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tristes que nadie mira, a las que nadie hace caso. Estuvo un<br />

rato allí <strong>de</strong>sfigurada, sin dar ninguna luz, y <strong>de</strong>spués fue a<br />

escon<strong>de</strong>rse <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> los cerros.<br />

Lejos, perdido en la oscuridad, se oía el bramido <strong>de</strong> los<br />

toros.<br />

«Esos animales nunca duermen —dijo Damiana Cisneros—.<br />

Nunca duermen. Son como el diablo, que siempre anda<br />

buscando almas para llevárselas al infierno».<br />

Se dio vuelta en la cama, acercando la cara a la pared.<br />

Entonces oyó los golpes.<br />

Detuvo la respiración y abrió los ojos. Volvió a oír tres<br />

golpes secos, como si alguien tocara con los nudos <strong>de</strong> la<br />

mano en la pared. No aquí, junto a ella, sino más lejos;<br />

pero en la misma pared.<br />

«¡Válgame! Si no serán los tres toques <strong>de</strong> San Pascual<br />

Bailón, que viene a avisarle a algún <strong>de</strong>voto suyo que ha<br />

llegado la hora <strong>de</strong> su muerte».<br />

Y como ella había perdido el novenario <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hacía tiempo,<br />

a causa <strong>de</strong> sus reumas, no se preocupó; pero le entró<br />

miedo y, más que miedo, curiosidad.<br />

Se levantó <strong>de</strong>l catre sin hacer ruido y se asomó a la<br />

ventana.<br />

Los campos estaban negros. Sin embargo, lo conocía tan<br />

bien, que vio cuándo el cuerpo enorme <strong>de</strong> Pedro Páramo se<br />

columpiaba sobre la ventana <strong>de</strong> la chacha Margarita.<br />

—¡Ah, qué don Pedro! —dijo Damiana—. No se le quita lo<br />

gatero. Lo que no entiendo es por qué le gusta hacer las<br />

cosas tan escondidas; con habérmelo avisado, yo le hubiera<br />

dicho a la Margarita que el patrón la necesitaba para esta<br />

noche, y él no hubiera tenido ni la molestia <strong>de</strong> levantarse<br />

<strong>de</strong> su cama.<br />

Cerró la ventana al oír el bramido <strong>de</strong> los toros. Se echó<br />

sobre el catre cobijándose hasta las orejas, y luego se puso<br />

a pensar en lo que le estaría pasando a la chacha<br />

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