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estoy seguro <strong>de</strong> que no pondrá dificulta<strong>de</strong>s. Haz eso<br />
mañana mismo.<br />
—¿Y lo <strong>de</strong>l Aldrete?<br />
—¿Qué se trae el Aldrete? Tú me mencionaste a las<br />
Preciados y a los Fregosos y a los Guzmanes. ¿Con qué sale<br />
ahora el Aldrete?<br />
—Cuestión <strong>de</strong> límites. Él ya mandó cercar y ahora pi<strong>de</strong> que<br />
echemos el lienzo que falta para hacer la división.<br />
—Eso déjalo para <strong>de</strong>spués. No te preocupen los lienzos. No<br />
habrá lienzos. La tierra no tiene divisiones. Piénsalo, Fulgor,<br />
aunque no se lo <strong>de</strong>s a enten<strong>de</strong>r. Arregla por <strong>de</strong> pronto lo <strong>de</strong><br />
la Lola. ¿No quieres sentarte?<br />
—Me sentaré, don Pedro. Palabra que me está gustando<br />
tratar con usted.<br />
—Le dirás a la Lola esto y lo otro y que la quiero. Eso es<br />
importante. De cierto, Sedano, la quiero. Por sus ojos,<br />
¿sabes? Eso harás mañana tempranito. Te reduzco tu tarea<br />
<strong>de</strong> administrador. Olvídate <strong>de</strong> la Media Luna.<br />
«¿De dón<strong>de</strong> diablos habrá sacado esas mañas el<br />
muchacho? —pensó Fulgor Sedano mientras regresaba a la<br />
Media Luna—. Yo no esperaba <strong>de</strong> él nada. “Es un inútil”,<br />
<strong>de</strong>cía <strong>de</strong> él mi difunto patrón don Lucas. “Un flojo <strong>de</strong><br />
marca”. Yo le daba la razón. “Cuando me muera váyase<br />
buscando otro trabajo, Fulgor”. “Sí, don Lucas”. “Con<br />
<strong>de</strong>cirle, Fulgor, que he intentado mandarlo al seminario<br />
para ver si al menos eso le da para comer y mantener a su<br />
madre cuando yo les falte; pero ni a eso se <strong>de</strong>ci<strong>de</strong>”. “Usted<br />
no se merece eso, don Lucas”. “No se cuenta con él para<br />
nada, ni para que me sirva <strong>de</strong> bordón servirá cuando yo<br />
esté viejo. Se me malogró, qué quiere usted, Fulgor”. “Es<br />
una verda<strong>de</strong>ra lástima, don Lucas”».<br />
Y ahora esto. De no haber sido porque estaba tan<br />
encariñado con la Media Luna, ni lo hubiera venido a ver.<br />
Se habría largado sin avisarle. Pero le tenía aprecio a<br />
aquella tierra; a esas lomas pelonas tan trabajadas y que<br />
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