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locos», pensó.<br />

Pensaba más en Susana San Juan, metida siempre en su<br />

cuarto, durmiendo, y cuando no, como si durmiera. La<br />

noche anterior se la había pasado en pie, recostado en la<br />

pared, observando a través <strong>de</strong> la pálida luz <strong>de</strong> la veladora<br />

el cuerpo en movimiento <strong>de</strong> Susana; la cara sudorosa, las<br />

manos agitando las sábanas, estrujando la almohada hasta<br />

el <strong>de</strong>smorecimiento.<br />

Des<strong>de</strong> que la había traído a vivir aquí no sabía <strong>de</strong> otras<br />

noches pasadas a su lado, sino <strong>de</strong> estas noches doloridas,<br />

<strong>de</strong> interminable inquietud. Y se preguntaba hasta cuándo<br />

terminaría aquello.<br />

Esperaba que alguna vez. Nada pue<strong>de</strong> durar tanto, no<br />

existe ningún recuerdo por intenso que sea que no se<br />

apague.<br />

Si al menos hubiera sabido qué era aquello que la<br />

maltrataba por <strong>de</strong>ntro, que la hacía revolcarse en el<br />

<strong>de</strong>svelo, como si la <strong>de</strong>spedazaran hasta inutilizarla.<br />

Él creía conocerla. Y aun cuando no hubiera sido así, ¿acaso<br />

no era suficiente saber que era la criatura más querida por<br />

él sobre la tierra? Y que a<strong>de</strong>más, y esto era lo más<br />

importante, le serviría para irse <strong>de</strong> la vida alumbrándose<br />

con aquella imagen que borraría todos los <strong>de</strong>más<br />

recuerdos.<br />

¿Pero cuál era el mundo <strong>de</strong> Susana San Juan? Ésa fue una<br />

<strong>de</strong> las cosas que Pedro Páramo nunca llegó a saber.<br />

«Mi cuerpo se sentía a gusto sobre el calor <strong>de</strong> la arena.<br />

Tenía los ojos cerrados, los brazos abiertos, <strong>de</strong>sdobladas<br />

las piernas a la brisa <strong>de</strong>l mar. Y el mar allí enfrente, lejano,<br />

<strong>de</strong>jando apenas restos <strong>de</strong> espuma en mis pies al subir <strong>de</strong><br />

su marea…».<br />

Ahora sí es ella la que habla, Juan Preciado. No se te olvi<strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>cirme lo que dice.<br />

«… Era temprano. El mar corría y bajaba en olas. Se<br />

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