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La guerra contra las mujeres<br />
rapiña con la naturaleza. Ese huevo de la serpiente que está siendo incubado,<br />
cuya existencia se revela en varios epifenómenos, es un nuevo orden en el cual<br />
el mal es regla.<br />
En distintos barrios del conurbano bonaerense se han visto idénticas acusaciones a referentes<br />
de organizaciones sociales por supuestos abusos de menores, impulsadas por<br />
miembros de grupos criminales con la intención de organizar puebladas y quemarles las<br />
casas. El objetivo es que se vayan del lugar, y disponer del territorio. Pero quienes agreden,<br />
violan y brutalizan a los niños del barrio son las propias organizaciones criminales.<br />
Es la inversión de un procedimiento comunitario, que es ahora adoptado<br />
como una metodología de la bandas pero con intención contraria: destruir la<br />
organización comunitaria, la politización de la gente. En el caso del castigo a<br />
niños varones violándolos, el castigo mismo es la feminización de sus cuerpos,<br />
su desplazamiento a la posición femenina; vale la pena comentar aquí,<br />
la violación de las mujeres es también su destitución y condena a la posición<br />
femenina, su clausura en esa posición como destino, el destino del cuerpo<br />
victimizado, reducido, sometido. Cuando se viola a una mujer o a un hombre,<br />
la intención es su feminización. Esto porque nos atraviesa un imaginario<br />
colectivo que confiere significado a la violación y que establece la relación<br />
jerárquica que llamamos «género», es decir, la relación desigual que vincula la<br />
posición femenina y la posición masculina. Cuando se trata de un niño, como<br />
el caso de este pobrecito al que le cortaron las manos, aparece en el imaginario<br />
general en la misma posición de la mujer, es decir, aquello que tiene que estar<br />
protegido, aquel cuerpo que por definición es un cuerpo tutelado. La falla en<br />
poder tutelarlo, protegerlo de la saña enemiga, es un indicativo de quiebra<br />
moral, una de las formas más importantes de la derrota en un imaginario<br />
que es arcaico, ancestral. La imaginación de género no se modifica fácilmente,<br />
no se modifica por un decreto, tiene tiempos muy largos para el cambio.<br />
Los cuerpos de las mujeres y los niños, en la perspectiva de esa imaginación<br />
de tiempo larguísimo, tienen que estar protegidos. Para eso están los padres,<br />
los hermanos mayores, sus tíos, el intendente, los soldados, que tienen que<br />
custodiar el cuerpo de las mujeres que se encuentran bajo su cuidado, en su<br />
jurisdicción territorial.<br />
Pero en el caso, como sucede en Rosario, de que quienes sufren este tipo<br />
de ataque son niños que ya son potenciales soldados, es decir, que tienen doce<br />
años o más, la estructura, la economía simbólica que confiere significado al<br />
mensaje no es exactamente la misma, porque este es un niño que ya es un sujeto<br />
con relativa autonomía, en la percepción de la consciencia colectiva, por<br />
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