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La guerra contra las mujeres<br />
inversiones desproporcionadas en investigación científico-tecnológica y en la<br />
industria bélica. La guerra es su último naipe frente a la pérdida progresiva de<br />
dominio. Más con Clausewitz que con Foucault, hoy la guerra aflora y se vuelve<br />
conspicua como la materialidad última e irreductible horizonte de toda política,<br />
es decir, como la política por otros medios.<br />
Guerra despojadora y lucrativa, sin principio y sin final, de la emergencia<br />
a la permanencia. Los templos de los pueblos derrotados ya no son soterrados<br />
bajo los nuevos templos construidos por los pueblos victoriosos; sus ruinas<br />
expuestas son el locus en el que se exhibe la potencia predadora del más fuerte.<br />
En este nuevo escenario bélico mundial, las guerras de nuestro continente<br />
son de tipo no convencional y hacen del mismo el espacio más violento<br />
del planeta en términos de guerras no libradas formalmente entre Estados,<br />
aunque en estas participen efectivos y corporaciones armadas estatales y no<br />
estatales. En él se encuentra la ciudad más violenta del globo en términos de<br />
homicidios por cada 100.000 habitantes, San Pedro Sula en Honduras, y el<br />
país más violento, Brasil, con once de las treinta ciudades más violentas del<br />
mundo (UNODOC, Naciones Unidas: 2014), seguido por México.<br />
Trato aquí el impacto de las nuevas formas de la guerra en la vida de las<br />
mujeres. La guerra hoy se ha transformado, y algunos especialistas en su historia<br />
comienzan a examinar su diseño y listar sus nuevas características. Desde<br />
las guerras tribales hasta las guerras convencionales que ocurrieron en la<br />
historia de la humanidad hasta la primera mitad del siglo XX, el cuerpo de las<br />
mujeres, qua territorio, acompañó el destino de las conquistas y anexiones de<br />
las comarcas enemigas, inseminado por la violación de los ejércitos de ocupación.<br />
Hoy, ese destino ha sufrido una mutación por razones que tenemos<br />
pendiente examinar: su destrucción con exceso de crueldad, su expoliación<br />
hasta el último vestigio de vida, su tortura hasta la muerte.<br />
La rapiña que se desata sobre lo femenino se manifiesta tanto en formas de<br />
destrucción corporal, sin precedentes, como en las formas de trata y comercialización<br />
de lo que estos cuerpos puedan ofrecer, hasta el último límite. A<br />
pesar de todas las victorias en el campo del Estado y de la multiplicación de<br />
leyes y políticas públicas de protección para las mujeres, su vulnerabilidad<br />
frente a la violencia ha aumentado, especialmente la ocupación depredadora<br />
de los cuerpos femeninos o feminizados en el contexto de las nuevas guerras.<br />
Aun en un panorama que enfatiza las continuidades del destino de las mujeres<br />
en la historia de las guerras, como es el caso del ya clásico texto de la<br />
magistrada costarricense Elizabeth Odio, jueza del Tribunal Internacional para<br />
juzgar los crímenes de la antigua Yugoslavia y primera jueza del Tribunal Penal<br />
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