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1 Cincuenta de Grey

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Me tien<strong>de</strong> el teléfono. Siento un nudo en el estómago.<br />

—¡Llama a <strong>Grey</strong> ahora mismo!<br />

La miro ceñuda y saco la tarjeta <strong>de</strong> <strong>Grey</strong> <strong>de</strong>l bolsillo trasero <strong>de</strong> mis pantalones.<br />

Respiro larga y profundamente, y marco el número con <strong>de</strong>dos temblorosos.<br />

Contesta al segundo tono con voz tranquila y fría.<br />

—<strong>Grey</strong>.<br />

—¿Se… Señor <strong>Grey</strong>? Soy Anastasia Steele.<br />

No reconozco mi propia voz. Estoy muy nerviosa. <strong>Grey</strong> se queda un segundo en<br />

silencio. Estoy temblando.<br />

—Señorita Steele. Un placer tener noticias suyas.<br />

Le ha cambiado la voz. Creo que se ha sorprendido, y suena muy… cálido.<br />

Incluso seductor. Se me corta la respiración y me ruborizo. De pronto me doy<br />

cuenta <strong>de</strong> que Katherine Kavanagh está observándome boquiabierta, así que salgo<br />

disparada hacia la cocina para evitar su inoportuna mirada escrutadora.<br />

—Bueno… Nos gustaría hacer la sesión fotográfica para el artículo.<br />

Respira, Ana, respira. Mis pulmones absorben una rápida bocanada <strong>de</strong> aire.<br />

—Mañana, si no tiene problema. ¿Dón<strong>de</strong> le iría bien?<br />

Casi puedo oír su sonrisa <strong>de</strong> esfinge al otro lado <strong>de</strong>l teléfono.<br />

—Me alojo en el hotel Heathman <strong>de</strong> Portland. ¿Le parece bien a las nueve y<br />

media <strong>de</strong> la mañana?<br />

—Muy bien, nos vemos allí.<br />

Estoy pletórica y sin aliento. Parezco una cría, no una mujer adulta que pue<strong>de</strong><br />

votar y beber alcohol en el estado <strong>de</strong> Washington.<br />

—Lo estoy <strong>de</strong>seando, señorita Steele.<br />

Veo el <strong>de</strong>stello malévolo en sus ojos grises. ¿Cómo consigue que tan solo cinco<br />

palabras encierren una promesa tan tentadora? Cuelgo. Kate está en la cocina,<br />

observándome con una mirada <strong>de</strong> total y absoluta consternación.<br />

—Anastasia Rose Steele. ¡Te gusta! Nunca te había visto ni te había oído tan…<br />

tan… alterada por nadie. Te has puesto roja.<br />

—Kate, ya sabes que me pongo roja por nada. Lo hago por <strong>de</strong>porte. No seas<br />

ridícula —le contesto enfadada.<br />

Kate parpa<strong>de</strong>a sorprendida. Es muy raro que yo me enrabie, y si lo hago, se me

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