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1 Cincuenta de Grey

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De: Anastasia SteeleFecha: 3 <strong>de</strong> junio <strong>de</strong> 2011 13:10 ESTPara: Christian<br />

<strong>Grey</strong>Asunto: Disculpas aceptadas<br />

Están cerrando las puertas. Ya no vas a oír ni un solo pitido más <strong>de</strong> mí, y menos<br />

con tu sor<strong>de</strong>ra.Hasta luego.<br />

Ana x<br />

Apago la BlackBerry, incapaz <strong>de</strong> librarme <strong>de</strong> la angustia. A Christian le pasa algo.<br />

Pue<strong>de</strong> que «el problema» se le haya escapado <strong>de</strong> las manos. Me recuesto en el<br />

asiento, mirando el compartimento portaequipajes don<strong>de</strong> he guardado mis bolsas.<br />

Esta mañana, con la ayuda <strong>de</strong> mi madre, le he comprado a Christian un pequeño<br />

obsequio para agra<strong>de</strong>cerle los viajes en primera y el vuelo sin motor. Sonrío al<br />

recordar la experiencia <strong>de</strong>l planeador… una auténtica gozada. Aún no sé si le daré<br />

la tontería que le he comprado. Igual le parece infantil; o, si está <strong>de</strong> un humor raro,<br />

igual no. Por una parte estoy <strong>de</strong>seando volver, pero por otra temo lo que me<br />

espera al final <strong>de</strong>l viaje. Mientras repaso mentalmente las distintas posibilida<strong>de</strong>s<br />

acerca <strong>de</strong> cuál pue<strong>de</strong> ser «el problema», caigo en la cuenta <strong>de</strong> que, una vez más, el<br />

único sitio libre es el que está a mi lado. Meneo la cabeza al pensar que quizá<br />

Christian haya pagado por la plaza contigua para que no hable con nadie. Descarto<br />

la i<strong>de</strong>a por absurda: seguro que no pue<strong>de</strong> haber nadie tan controlador, tan celoso.<br />

Cuando el avión entra en pista, cierro los ojos.<br />

Ocho horas <strong>de</strong>spués, salgo a la terminal <strong>de</strong> llegadas <strong>de</strong>l Sea-Tac y me encuentro a<br />

Taylor esperándome, sosteniendo en alto un letrero que reza SEÑORITA A.<br />

STEELE. ¡Qué fuerte! Pero me alegro <strong>de</strong> verlo.<br />

—¡Hola, Taylor!<br />

—Señorita Steele —me saluda con formalidad, pero <strong>de</strong>tecto un <strong>de</strong>stello risueño<br />

en sus intensos ojos marrones.<br />

Va tan impecable como siempre: elegante traje gris marengo, camisa blanca y<br />

corbata también gris.<br />

—Ya te conozco, Taylor, no necesitabas el cartel. A<strong>de</strong>más, te agra<strong>de</strong>cería que me<br />

llamaras Ana.<br />

—Ana. ¿Me permite que le lleve el equipaje?<br />

—No, ya lo llevo yo. Gracias.<br />

Aprieta los labios visiblemente.<br />

—Pero si te quedas más tranquilo llevándolo tú… —farfullo.<br />

—Gracias. —Me coge la mochila y el trolley recién comprado para la ropa que<br />

me ha regalado mi madre—. Por aquí, señora.

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