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1 Cincuenta de Grey

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asomo <strong>de</strong> irritación o <strong>de</strong> enfado.<br />

¿Conmigo? Seguramente no.<br />

Ignoro la expresión <strong>de</strong> su rostro y, armándome <strong>de</strong> valor, me siento a su lado en<br />

la banqueta <strong>de</strong>l piano y apoyo la cabeza en su hombro <strong>de</strong>snudo para observar<br />

cómo sus <strong>de</strong>dos ágiles y diestros acarician las teclas. Hace una pausa apenas<br />

perceptible y prosigue hasta el final <strong>de</strong> la pieza.<br />

—¿Qué era lo que tocabas?<br />

—Chopin. Op. 28. Preludio n.º 4 en mi menor, por si te interesa —murmura.<br />

—Siempre me interesa lo que tú haces.<br />

Se vuelve y me da un beso en el pelo.<br />

—Siento haberte <strong>de</strong>spertado.<br />

—No has sido tú. Toca la otra.<br />

—¿La otra?<br />

—La pieza <strong>de</strong> Bach que tocaste la primera noche que me quedé aquí.<br />

—Ah, la <strong>de</strong> Marcello.<br />

Empieza a tocar lenta, pausadamente. Noto el movimiento <strong>de</strong> sus manos en el<br />

hombro en el que me apoyo, y cierro los ojos. Las notas tristes y conmovedoras nos<br />

envuelven poco a poco y resuenan en las pare<strong>de</strong>s. Es una pieza <strong>de</strong> asombrosa<br />

belleza, más triste aún que la <strong>de</strong> Chopin; me <strong>de</strong>jo llevar por la hermosura <strong>de</strong>l<br />

lamento. En cierta medida, refleja cómo me siento. El hondo y punzante anhelo<br />

que siento <strong>de</strong> conocer mejor a este hombre extraordinario, <strong>de</strong> intentar compren<strong>de</strong>r<br />

su tristeza. La pieza termina <strong>de</strong>masiado pronto.<br />

—¿Por qué solo tocas música triste?<br />

Me incorporo en el asiento y lo veo encogerse <strong>de</strong> hombros, receloso, en<br />

respuesta a mi pregunta.<br />

—¿Así que solo tenías seis años cuando empezaste a tocar? —inquiero.<br />

Asiente con la cabeza, aún más receloso. Al poco, aña<strong>de</strong>:<br />

—Aprendí a tocar para complacer a mi nueva madre.<br />

—¿Para encajar en la familia perfecta?<br />

—Sí, algo así —contesta evasivo—. ¿Por qué estás <strong>de</strong>spierta? ¿No necesitas<br />

recuperarte <strong>de</strong> los excesos <strong>de</strong> ayer?<br />

—Para mí son las ocho <strong>de</strong> la mañana. A<strong>de</strong>más, tengo que tomarme la píldora.

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