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En el agua<br />
Con un ajustado traje de neoprene y una gran escafandra que desprendía<br />
millones de burbujas, baje los escalones que me llevarían al fondo del<br />
mar, a siete metros de la superficie.<br />
Al pisar el hermoso y resbaladizo fondo, sentí la misma sensación que había<br />
experimentado en el aire, al tirarme en paracaídas.<br />
El cuerpo no pesaba, no lo sentía, solo la suavidad del agua que me acariciaba<br />
y un silencio envolvente que no me dejaba pensar en otra cosa que<br />
en la belleza de la visión de los peces gozando como yo de la libertad de<br />
nadar bajo el agua que me hacían sentir uno de ellos nadando junto a mí,<br />
viendo en la claridad los caracoles inertes como rocas formando una barrera<br />
los corales de distintos colores, peces de variadas formas , las algas<br />
flameantes como juncos soplados por el viento, que se ondulaban al compás<br />
de la marea.<br />
No hay palabras para describir la sensación de sentirme un pez flotando<br />
libre entre ellos, como uno más y acompañarlos en su vaivén.<br />
La belleza de ese mundo distinto pero que forma parte del mío, igual que<br />
el aire me enriqueció, pues ahora conozco los tres mundos de la tierra.<br />
Es hermoso descubrir que yo pertenezco a la tierra, pero tengo el poder de<br />
experimentar el aire y el agua, algo que ni las aves, ni los peces pueden<br />
hacer.<br />
Cuidemos esos mundos, que pertenecen al nuestro y somos los únicos privilegiados<br />
de poder gozar de ellos y disfrutarlos.<br />
Beatriz Lacroix