La Bocina Nº 346 - Junio 2017

Junio 2017
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desiertos
verdes
La “revolución verde” de
los ‘60s, resultó ser a la
producción, lo que los countries
a la vida en naturaleza: una
fachada para defender intereses agropecuarios
en un caso, e inmobiliarios
en el otro.
A fines de los '70s, Córdoba (de mano
del productivismo seudo-ecologista
imperante en esos tiempos) ingresó en
la llamada "Revolución Verde" -tapadera
de la biotecnología que apuntaba
a "mejorar los rindes" para "disminuir
el hambre en el mundo" y "establecer
la sustentabilidad ambiental".
Hay que aclarar que la primera sigue
aún pendiente, y que la segunda fue
un fracaso si miramos la contaminación
por agroquímicos, deterioro del
suelo y desaparición de bosques.
La forestación (lanzada por el entonces
IFONA -Instituto Forestal Nacional- )
fué adoptada, erróneamente, como
sucedáneo de la "bosquización" de
zonas a las que la naturaleza, por sus
climas, lluvias, vientos y suelo, no les
había otorgado follaje.
Las políticas de estímulo a la producción
forestal que se desarrollaron en
Argentina en los '70 y '80s tuvieron
como objetivo compensar las necesidades
del mercado interno respecto a los
derivados de la madera, básicamente
papel y cartón. Para ello se desarrollaron
PLANTACIONES mayoritariamente
de pinos -en altas densidades- para
producir biomasa que sirviera para
celulosa. A fines de los '80 y durante
los '90, cuando los pinos ya estaban en
edad de ser cortados, se instalaron aserraderos
próximos a las plantaciones,
con demanda de mano de obra durante
todo el año.
El pino fue elegido por su adaptabilidad,
y facilidad y eficiencia en la producción:
en cantidad y rapidez, en condiciones
tan severas.
Los árboles NATIVOS "no eran solución
al problema" porque crecen sólo hasta
los 800-1000 metros sobre el nivel del
mar, y no hay formaciones de árboles
nativos o autóctonos por encima de
esa altitud en Córdoba -salvo el tabaquillo
-. Se podría decir que las plantaciones
forestales de Córdoba no han
reemplazado al bosque nativo sino que
han sido implantadas en el pastizal
serrano, que tiene naturalmente arbustos
de altura inferior al metro, no aptos
para "industrializar".
Pero si la Naturaleza hubiese considerado
que dicho sitio tenía las condiciones
para desarrollar bosques de pinos,
los habría colocado en Córdoba y no
en los Alpes suizos. Y, segundo, la
naturaleza no hizo jamás el mamarracho
de desarrollar un bosque de una
sola especie.
Poco les importó a los madereros cordobeses
el valor ambiental que puede
tener el pastizal serrano. Éste presta
"servicios ambientales" como el "efecto
esponja" típico del ecosistema nativo
de la ecorregión del Gran Chaco -que
incluye a éste pastizal serrano- que
favorece la retención de aguas y que
por culpa de su desaparición se agravaron
las inundaciones (Santa Fé,
2003; valles cordobeses, 2015).
En Setiembre de 2013, a la finalización
de una sequía excepcional aún dentro
de la estación seca invernal, Córdoba
soportó una serie de incendios forestales
de gran magnitud. Las casi cien mil
hectáreas arrasadas fueron un récord.
La capacidad inflamable de las plantaciones
de pino -tanto por su resina
como por la fragilidad que supone el
monocultivo- no contiene al fuego
dentro de su ciclo natural.
Pedirle al inversor capitalista, con una
matriz de pensamiento bastante ingenieril,
que incluya todas las dimensiones
de lo AMBIENTAL -no sólo "manejo"
de eventuales y previsibles incendios
mediante bomberos, no sólo la
construcción de necesarios reservorios
en las cercanías de la plantación forestal
para contener las aguas no reteni-