13.11.2017 Views

Revista Sala de Espera R.D. Nro. 49 Edición 6to. Anversario

Nuestra revista Sala de Espera llega a su sexto aniversario en República Dominicana y lo hacemos con una entrevista de lujo. Juan Marichal no necesita presentación y por eso cuando llega a sus 80 años es más acertado que nunca el adjetivo que ya otros le han dado: Inmortal. Quisimos también que nuestras páginas reflejaran nuestra preocupación ante distintos problemas que nos superan: desastres naturales, pobreza, enfermedades y trato cruel a mujeres y ancianos. Además de preocuparnos podemos ocuparnos y quiero hablar especialmente de Amigas por Venezuela, una fundación a la que pertenezco hace algún tiempo y que ha llevado esperanza a muchos niños y pacientes que en mi país sufren por la escasez de medicinas e insumos médicos. Hoy, mientras usted me lee, hay gente muriendo hasta por la falta de un sencillo antibiótico, ocho de cada diez medicinas no se consigue. En Venezuela -y lo digo con dolor- se condena a muerte a miles de personas silenciosamente. ¡Yo sé que usted puede ayudar! Sea como sea pero por favor ayude. Nunca es poco. En las siguientes páginas les diremos cómo, desde ya ¡GRACIAS POR TANTO! Katherine Hernández Editora

Nuestra revista Sala de Espera llega a su sexto aniversario en República Dominicana y lo hacemos con una entrevista de lujo. Juan Marichal no necesita presentación y por eso cuando llega a sus 80 años es más acertado que nunca el adjetivo que ya otros le han dado: Inmortal. Quisimos también que nuestras páginas reflejaran nuestra preocupación ante distintos problemas que nos superan: desastres naturales, pobreza, enfermedades y trato cruel a mujeres y ancianos. Además de preocuparnos podemos ocuparnos y quiero hablar especialmente de Amigas por Venezuela, una fundación a la que pertenezco hace algún tiempo y que ha llevado esperanza a muchos niños y pacientes que en mi país sufren por la escasez de medicinas e insumos médicos. Hoy, mientras usted me lee, hay gente muriendo hasta por la falta de un sencillo antibiótico, ocho de cada diez medicinas no se consigue. En Venezuela -y lo digo con dolor- se condena a muerte a miles de personas silenciosamente. ¡Yo sé que usted puede ayudar! Sea como sea pero por favor ayude. Nunca es poco. En las siguientes páginas les diremos cómo, desde ya ¡GRACIAS POR TANTO!

Katherine Hernández
Editora

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

Casos y rostros<br />

Casos y rostros<br />

La Lupe: el evangelio<br />

según La Yiyiyi<br />

Ella era como una nube. Esa es<br />

la mejor comparación posible:<br />

una nube. Pero no esas<br />

tiernas, esponjaditas, blancas<br />

como algodón <strong>de</strong> azúcar. No.<br />

En la vida y en escena era una nube <strong>de</strong>l<br />

otro tipo. De esas que dan pavor con tan<br />

sólo avistarlas. Oscuras, con intención <strong>de</strong><br />

escupir tinta al menor <strong>de</strong>scuido, con la<br />

barriga indigestada <strong>de</strong> relámpagos y truenos.<br />

Su lluvia era así: imprevista, torrencial,<br />

no sólo <strong>de</strong> lágrimas, sino también <strong>de</strong><br />

improperios, chillidos que sonaban a bisagras<br />

secas, zapatos con tacones <strong>de</strong> vértigo,<br />

sostenes, pelucas, uñas postizas, sortijas,<br />

zarcillos, pestañas <strong>de</strong> plástico (o no),<br />

medios fondos, turbantes, capas, dia<strong>de</strong>mas,<br />

collares con perlas esparcidas al <strong>de</strong>tal<br />

y manotones como aspas <strong>de</strong> ventilador.<br />

¿Las víctimas? Los músicos y el público<br />

más cercano.<br />

Porque eso sí hacía Lupe Victoria<br />

Yoli Raymond (alias La Lupe; alias La<br />

Por Daniel Centeno M.<br />

Yiyiyi). Cuando estaba en pleno frenesí,<br />

con esos ojos blancos <strong>de</strong>l trance <strong>de</strong>l<br />

<strong>de</strong>samor, se creía sus canciones y, víctima<br />

<strong>de</strong>l odio y <strong>de</strong>specho <strong>de</strong> cada verso, la<br />

emprendía a zapatazos contra el pianista<br />

o bongosero más cercano, que en su <strong>de</strong>lirio<br />

representaba a todas las malda<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l<br />

sexo masculino.<br />

¿Se imaginan terminar una pieza en<br />

su instrumento mientras una histérica les<br />

arranca las patillas? Se tenía que ser muy<br />

guapo o amante <strong>de</strong>l arte por el arte para<br />

aguantar esa prueba extra musical.<br />

A La Lupe se le <strong>de</strong>finió <strong>de</strong> mil maneras.<br />

Para algunos era un “colapso nervioso<br />

vestido <strong>de</strong> mujer”. Guillermo Cabrera<br />

Infante llegó a catalogarla como un<br />

“fenómeno fenomenológico”. Quizás en<br />

su natal San Pedrito, un pueblo muy<br />

cerca <strong>de</strong> Santiago <strong>de</strong> Cuba, ella era tan<br />

solo una loca que había que en<strong>de</strong>rezar.<br />

Por eso a nadie le <strong>de</strong>be <strong>de</strong> extrañar<br />

que haya sido su viejo quien le exigiera<br />

sacar una carrera antes <strong>de</strong> inventar con el<br />

cabaret. Y La Lupe, pese a su rebeldía, lo<br />

hizo: se graduó <strong>de</strong> maestra. No hay nada<br />

<strong>de</strong> raro en eso: tanto en las aulas escolares<br />

como en las jaulas nocturnas se apren<strong>de</strong>.<br />

En las primeras, los trucos <strong>de</strong> los libros;<br />

en las segundas, los <strong>de</strong> la vida y los humores.<br />

La Lupe sabía que ese estrado lleno<br />

<strong>de</strong> noche y sinvergüencería, sería su promontorio<br />

para ensayar su propio sermón<br />

<strong>de</strong> la montaña.<br />

Allí comenzaría su magisterio.<br />

Hay recuentos <strong>de</strong> vida que pi<strong>de</strong>n el<br />

<strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n. Éste parece hacerlo. No es<br />

nada fácil sacrificar tramos <strong>de</strong> la biografía<br />

<strong>de</strong> La Lupe. Esos en los que su primer<br />

esposo la expulsa <strong>de</strong>l trío Tropicuba<br />

pistola en mano y casi <strong>de</strong>snuda en plena<br />

calle, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> sorpren<strong>de</strong>rla en pleno<br />

<strong>de</strong>sove con un cantinero. Tampoco que<br />

en ese local llamado La Reda atrajera<br />

como a peces a personalida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l tenor<br />

<strong>de</strong> Marlon Brando, Ernest Hemingway,<br />

Simone <strong>de</strong> Beauvoir, Tennessee Williams,<br />

Picasso o Jean-Paul Sartre por el sólo placer<br />

<strong>de</strong> verla en sus arrebatos. O, mejor<br />

aún, el momento <strong>de</strong> su partida <strong>de</strong> Cuba<br />

en 1962, porque a Fi<strong>de</strong>l le parecía bastante<br />

contrarrevolucionaria su estampa <strong>de</strong> puta<br />

(su libertad artística, pues).<br />

“Él dijo que yo le estaba robando atención<br />

a su revolución, y que me tenía que ir.<br />

Cuando hay revolución, no pue<strong>de</strong> andar<br />

por ahí alguien como Benny Moré o como<br />

yo. Le quitamos toda la atención. Yo existo<br />

para todos, no me limitan las revoluciones.<br />

¡Soy para todo el que tenga soul!”, respondió<br />

a gritos a la Rolling Stone en 1972.<br />

Hay que <strong>de</strong>cir que su aterrizaje no fue<br />

tan fácil. De ser la soberana <strong>de</strong>l botiquín<br />

cubano, a no encajar ni en México ni en<br />

Miami hay un largo trecho. ¿Y cómo podía<br />

hacerlo? Ya se dijo que La Yiyiyi aporreaba<br />

a los músicos y a sus instrumentos, cosa<br />

que ya <strong>de</strong> por sí tiene sus bemoles, pero<br />

no se mencionó otro <strong>de</strong>tallazo: la mujer se<br />

empelotaba en escena si la llegaba a poseer<br />

el ritmo. Hay registros <strong>de</strong> La Lupe pegándole<br />

con una teta al micrófono, otros en<br />

los que elevaba pantaletas y sostenes; incluso<br />

existen los que la presentaban <strong>de</strong> nalgas<br />

peladas, aplastada contra la pared.<br />

¡Con todo esto pa? qué más revolución!<br />

Dicen que cuando se fue a Nueva York,<br />

y logró ser reclutada por Mongo Santamaría,<br />

sus presentaciones en el Apollo <strong>de</strong>jaban<br />

en pañales a las <strong>de</strong> James Brown o a cualquier<br />

leyenda <strong>de</strong>l frenesí. La mujer corría y<br />

se <strong>de</strong>slizaba <strong>de</strong> rodillas mientras la orquesta<br />

seguía con la canción. Luego gritaba, se<br />

mordía el bor<strong>de</strong> <strong>de</strong> las manos hasta sacarse<br />

sangre, se cacheteaba con gusto, se arañaba<br />

por todos lados y <strong>de</strong>sprendía las cortinas<br />

<strong>de</strong>l lugar. Los tramoyistas <strong>de</strong>l sitio,<br />

que <strong>de</strong> seguro habían visto <strong>de</strong> todo en su<br />

vida, se escondían con estos alaridos, cuando<br />

el huracán se acercaba: “¡Cuidado, que<br />

ahí viene la loca! ¡Échate a un lado, que te<br />

pue<strong>de</strong> dar un sopapo!”.<br />

Ver los vi<strong>de</strong>os <strong>de</strong> su época dorada es<br />

toda una experiencia. Los músicos se las<br />

ingenian para mantener las melodías,<br />

mientras ella grita, patea maracas, lanza<br />

puños a varios objetivos, suelta gallos<br />

<strong>de</strong> todas las espuelas y corre como una<br />

<strong>de</strong>mente. La lógica <strong>de</strong>l mecanismo parece<br />

ser una: cada quien está en su vaina en<br />

esos shows. Pero por alguna extraña ecuación<br />

todo encaja perfecto. Las piezas suenan<br />

sólidas y el <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n se acopla como un<br />

guante. Debe haber algún principio físico<br />

en eso. Uno que <strong>de</strong>bería bautizarse con el<br />

nombre <strong>de</strong> esta mujer. Sería interesante<br />

explicar la montaña rusa <strong>de</strong> esta vida gracias<br />

a la ciencia.<br />

Porque La Lupe era lunática fuera y<br />

<strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> escena. Cuando Tito Puente la<br />

reclutó entre sus filas, ella se hizo reina. El<br />

timbalero <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> lado su prejuicio hacia<br />

el <strong>de</strong>scuido vocal en el estilo <strong>de</strong> la cantante,<br />

y <strong>de</strong>cidió arrebatársela a Mongo Santamaría<br />

para ver qué salía. Y salió petróleo.<br />

A mediados <strong>de</strong> los años 60 hicieron discos<br />

como Tito Puente swings/The exciting Lupe<br />

sings, Tú y yo y El Rey y Yo. Es la época <strong>de</strong>l<br />

verda<strong>de</strong>ro acabose. Las entradas se agotaban<br />

para verlos, los álbumes <strong>de</strong>saparecían<br />

<strong>de</strong> las discotiendas, el bolero “Qué te pedí”<br />

se transformaba en clásico instantáneo, los<br />

reconocimientos arreciaban, las entrevistas<br />

en medios norteamericanos eran cosa frecuente<br />

y, no menos importante, el dinero<br />

llegaba por chorros. La Lupe fue proclamada<br />

como la “reina <strong>de</strong>l latin soul”. Para<br />

entonces, no tenía rival. Celia Cruz era<br />

el anverso débil <strong>de</strong> la moneda. Y la Yiyiyi<br />

gozaba su fama sin medida. Gastaba fortunas<br />

<strong>de</strong> puro pecado. ¿Qué no? Bueno,<br />

entonces, habría que sacar la compra <strong>de</strong> la<br />

mansión <strong>de</strong> Rodolfo Valentino y las cientos<br />

<strong>de</strong> pieles que adquiría con la paga <strong>de</strong><br />

una noche <strong>de</strong> actuación. A<strong>de</strong>más, en esos<br />

años la mujer contrajo nupcias por segunda<br />

vez, ahora con el cantante Willie García,<br />

bajo una férrea condición: “Usted ni trabaje<br />

porque a su hembra lo que le sobra es<br />

plata para mantenerlo, ¿oyó?”.<br />

Y, como ya es normal en estas historias<br />

<strong>de</strong> fama y fortuna, su divismo se estaba<br />

haciendo insoportable en la orquesta <strong>de</strong><br />

Puente. Cuentan que llegaba a <strong>de</strong>shoras,<br />

con la sangre atestada <strong>de</strong> drogas, grababa<br />

como le daba la gana y todos tenían que<br />

amoldarse a sus caprichos. Para colmo <strong>de</strong><br />

colmos, ganaba más dinero que el propio<br />

director <strong>de</strong>l grupo musical. El <strong>de</strong>senlace<br />

era el esperado: la expulsión <strong>de</strong> la díscola.<br />

Lo que siguió a esto no se sabe si podía<br />

ser tan esperado: La Lupe grabó el tema<br />

“Oriente” con unas líneas que no tenían<br />

<strong>de</strong>sperdicio por los obuses que les lanzó a<br />

Puente y a Celia Cruz: “Y yo que le daba<br />

todo a mi jefe Tito Puente / Se me fue con<br />

la <strong>de</strong>l frente, y solita me <strong>de</strong>jó/ Ay, ay, ay,<br />

Tito Puente me botó, me botó”.<br />

Después <strong>de</strong> estos excesos es normal que<br />

la <strong>de</strong>sgracia asome. Pero lo cierto es que La<br />

Lupe, aunque estaba cayendo, tardaría lo<br />

suyo para el platanazo. Por eso en esa parábola<br />

<strong>de</strong>scen<strong>de</strong>nte hubo cientos <strong>de</strong> episodios<br />

memorables. Sus trabajos como solista<br />

no <strong>de</strong>cepcionaron. Tite Curet Alonso la<br />

protegió al darle canciones como “La tirana”,<br />

“Fíjense”, “Avanza y vete <strong>de</strong> aquí”,<br />

“Carnaval” o “Puro teatro”. Y eso sin<br />

contar con sus versiones <strong>de</strong> éxitos <strong>de</strong> Los<br />

Beatles, Doors, Sam Cooke o Janis Joplin,<br />

muchos <strong>de</strong> estos aparecidos en el álbum<br />

The Queen does her own thing.<br />

Fue un momento estrambótico, como<br />

casi todos los <strong>de</strong> ella. Su pronunciación<br />

<strong>de</strong> la lengua <strong>de</strong> Shakespeare distaba <strong>de</strong> ser<br />

parecida a la <strong>de</strong> un profesor <strong>de</strong> Oxford.<br />

De su boca salía un carnaval <strong>de</strong> palabras<br />

en torbellino, cuyo exotismo no <strong>de</strong>jó <strong>de</strong><br />

interesar al otro público. Los psicodélicos<br />

quisieron ampararla, <strong>de</strong> repente por<br />

el efecto que daba esa lenguarada pasada<br />

por LSD. Por eso aparecieron las invitaciones<br />

a festivales en don<strong>de</strong> compartiría<br />

cartel con Iron Butterfl y o Jethro Tull.<br />

Y en medio <strong>de</strong> esa preferencia también<br />

habría que añadir aquella postración <strong>de</strong>l<br />

Village Voice, que llegó a publicar sin<br />

recato: “Ella es Janis, Aretha y Edith Piaf<br />

mezcladas en una. Canta baladas mejor<br />

que Piaf, y canciones movidas como las<br />

otras dos, con locura añadida. Pudiese<br />

ganar una fortuna en el ámbito <strong>de</strong>l rock.<br />

La Lupe es <strong>de</strong>vastadora, y parece que se<br />

está <strong>de</strong>vastando a sí misma. Jim Morrison,<br />

toma nota”.<br />

Sobre esta <strong>de</strong>vastación existe un episodio<br />

que los memoriosos agra<strong>de</strong>cerán: el<br />

<strong>de</strong>l programa <strong>de</strong> Dick Cavett. Este show,<br />

que tuvo a gente invitada como Hendrix,<br />

Zappa o Lennon, también le <strong>de</strong>dicó una<br />

emisión a La Yiyiyi. No tiene <strong>de</strong>sperdicio.<br />

Ella sale dorada <strong>de</strong> la cabeza a los pies,<br />

con un turbante, una batola y una comparsa<br />

<strong>de</strong> bisutería <strong>de</strong>l mismo color. Parece la<br />

novia <strong>de</strong> bajo presupuesto <strong>de</strong> la estatuilla<br />

<strong>de</strong>l Oscar. La cosa es que, mientras chilla<br />

el “Afro Blue”, se <strong>de</strong>shace <strong>de</strong> la bata, <strong>de</strong> sus<br />

zapatos <strong>de</strong> tacón y <strong>de</strong>l turbante. También se<br />

da golpes en la panza y agita las tetas como<br />

si quisiera <strong>de</strong>spren<strong>de</strong>rse <strong>de</strong> ellas. Al final<br />

queda en un mono enterizo tallado al cuerpo,<br />

con un escote tan amplio en su espalda<br />

que da cuenta <strong>de</strong>l comienzo <strong>de</strong> la raja entre<br />

sus nalgas. La loca camina, oronda, <strong>de</strong>spués<br />

<strong>de</strong> su exorcismo musical, se agarra sus lolas,<br />

muestra una cesta dorada y le regala unas<br />

tortitas <strong>de</strong> Morón, hechas por ella misma,<br />

a un sorprendido Cavett con estas palabras:<br />

“La moral no es alta, pero es abundante”.<br />

El gringo las toma y, qué carajo, <strong>de</strong>spués<br />

<strong>de</strong> eso se va con La Lupe a cantar “Allá en<br />

el rancho gran<strong>de</strong>,” mientras comienza a<br />

empelotarse como lo hizo su invitada.<br />

26 <strong>Revista</strong> <strong>Sala</strong> <strong>de</strong> <strong>Espera</strong> - <strong>Edición</strong> Especial <strong>6to</strong>. Aniversario<br />

www.revistasala<strong>de</strong>espera.com 27

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!