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LAS DANZAS
Y CANCIONES
populares que a partir
de finales del siglo XVI se
acompañaron en España con
la guitarra se difundieron
rápidamente por países
como Italia y Francia. En
este último, el matrimonio
en 1615 del rey Luis XIII
con la infanta española
Ana de Austria propició la
difusión de dicho repertorio
español. De todo ello trata
el concierto que esta
mañana ofrece el conjunto
Le Poème Harmonique bajo
la dirección del guitarrista y
tiorbista Vincent Dumestre.
En las notas al programa
redactadas por Giuseppe
Fiorentino se explica cómo
llegó a cuajar la moda
española en la música
francesa en la corte de
Luis XIII y se alude al título
genérico con el que se
presenta el concierto:
«Espagnol, je te supplie!»
[¡Español, te suplico!], que
es, a su vez, el de un diálogo
en el que escuchamos a «una
elegante dama francesa
rechazando los avances de
un menos elegante galán
español». El diálogo en
cuestión es obra de Étienne
Moulinié, maestro de música
del hermano del rey Luis XIII.
El concierto va a gustar, y
mucho, a los presentes en
el Hospital Real. Entre ellos,
Pablo J. Vayón, quien, el 1
30
JUNIO
de julio, publicará en Granada
Hoy: «Tres voces, un par de
violas, los instrumentos de
cuerda pulsada de Dumestre
y la percusión de Michelle
Claude fueron suficientes
para un recorrido pleno de
vitalidad, frescura, gracia,
distinción y buen gusto».
Los conciertos matinales
gratuitos programados por el
Festival —«uno de los solomillos
más seguros y fiables de todo
el certamen», en expresión
de Juan María Rodríguez en El
Mundo del 1 de julio— vuelven
a tocar el cielo hoy con Le
Poème Harmonique, en «uno
de esos conciertos vivificantes
que, sin alzar nunca la voz,
sin acentuar apenas nada,
sin mostrar ningún énfasis
superfluo, acaban, sin
embargo, en veladas gozosas
y exultantes» (Juan Mª
Rodríguez).
Tenemos buena muestra de lo
que es un festival examinando
la oferta para un día como
hoy (sábado 30 de junio): del
barroco en la corte de un
rey francés a los trovos de
la Alpujarra, un arte popular
de repentización. Los cuatro
troveros que actúan esta
tarde no realizan propiamente
ensayos ni presentan un
programa cerrado: «La
preparación son los años que
llevan a cuestas improvisando
rimas, esa manía de tejer
unas palabras con otras hasta
dar con una quintilla» (Ester
Araúzo en Granada Hoy, 1
de julio). Se presentan sin
acompañamiento instrumental
y la velada quedará contada
por la periodista en estos
términos: «Anoche subieron
al escenario para hablar de
las cosas de la vida, de las de
todos los días, para hablar de
Granada, de su gente, de la
Alhambra, o de cualquier cosa
que propusiera el público».
El pianista Nicolas Stavy
tiene la suerte de que la
organización del Festival le
coloque un piano en el patio
de la Real Chancillería y él,
atento al hilo conductor de
esta 56 edición del certamen
granadino, propone un
programa que no sea sólo
una afortunada sucesión
de obras: «Así, pensó
que era necesario incluir
alguna pieza del compositor
francés Debussy, “dada
la temática del Festival”,
explica. La elección de
Chopin está ligada a esto
también, ya que “no hay que
olvidar que, aunque fuera
polaco, pasó gran parte de
su vida en París”, apunta
el pianista. “Además, me
parece muy interesante la
asociación de Debussy y
Chopin, igual que sucede
con Bach y Beethoven, que
funcionan muy bien juntos”,
explica» (Ester Araúzo en
Granada Hoy, 1 de julio).
Para José Antonio Lacárcel
(Ideal, 1 de julio), el de
Stavy va a ser un concierto
de contrastes: «sobrio,
comedido e impecable» en
la pieza de Bach; «emoción
contenida, intenso lirismo,
introspección» en las
dos obras de Chopin;
un «universo intimista y
delicado» en Debussy; un
sólido Beethoven «en versión
bastante afortunada».
Ya por la noche, una Gala
de flamenco nos lleva hasta
el Generalife. Se anuncian
nombres que representan
diferentes generaciones, en
«un recorrido histórico en
vivo por las distintas etapas,
ciclos y artistas flamencos»,
según lo ve Marta Carrasco
y nos explica en las notas al
programa de la velada. Se
trata de «una amalgama de
artistas a los que sólo les
une el amor por una misma
cosa... ¿el flamenco?,
quizás, pero yo creo que es
más el amor por ese vértigo
al escenario que todos los
que se suben a él tienen».
Lo que se nos ofrece
es «baile de arte para
todos los gustos», según
va a publicar al día
siguiente en Ideal Carlos
Arbelos: «El espectáculo,
presentado en la forma más
tradicional —los músicos
por detrás y los bailaores
delante— tuvo dos partes
claramente diferenciadas:
la primera, más reposada y
estéticamente más elegante,
y la segunda con fuerza,
brío y pasión, pero ambas
cargadas de contenido
flamenco, aunque la primera
estuvo por momentos más
cercana al baile clásico o
clásico español».
Nombres propios del baile
(Merche Esmeralda, Manolo
Marín, Joaquín Grilo, Nani
Paños y Fuensanta La
Moneta) en un «puzzle
incompleto del panorama
flamenco que, sin embargo,
por sí solo tiene sentido.
No hay argumento, no hay
trama. Tan sólo verdad,
las entrañas del artista.
Quizá parezca pastiche,
quizá improvisado, pero
todos los años que quedan
atrás están presentes»
(Jorge Fernández Bustos en
Granada Hoy, 2 de julio).
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