A la Inversa Marzo 2019

¿Quién podría negar la lucha que la mujer ha tenido que enfrentar en contra de la negación de
la organización masculina, para adquirir su cultura?… La primera doctora de Inglaterra tuvo que
irse a titular a Francia porque en su país se le negaba el título por el solo motivo de ser mujer, no
obstante su gran capacidad que fue demostrada hasta la saciedad. Este caso se ha repetido por
millares y millares hasta la fecha y en todas las formas y en todas las circunstancias. A las
antiguas hetairas (prostitutas hachas por el hombre) se les permitía cierta cultura en arte y
ciencia, para que sus atractivos fuesen mayores para el hombre y así pudieran proporcionarle
mayor placer. A la mujer madre se le negaba toda cultura.
Pasó el Patriarcado, época en que se consolidó la dominación del hombre sobre la mujer, y vino
el feudalismo y con él, las más asquerosas formas de rebajamiento para el sexo femenino. Con la
mujer que nacía entre la clase dominante se traficaba usándola como el instrumento más efectivo
para consolidar feudos y reinados. Para la mujer del plebeyo, del siervo, del campesino, era la ley
de “pernada”, por la cual el señor feudal, el familiar de éste o simplemente su amigo, tenía derecho
a disfrutar de la virginidad de todas las mujeres que no pertenecían a su clase.
En toda la edad media, las utilidades financieras de la explotación de la mujer, por medo de la
prostitución, se las dividen entre el Estado y la Iglesia. Utilizando los conceptos de la antigüedad,
o de la época patriarcal, clasifican la prostitución entre tres grupos: “sagrada”, “hospitalaria” y
“legal”.
Todas las religiones, todas las Sectas e instituciones masculinas han traficado o sacado gran
utilidad financiera de la mujer convertida en objeto de placer. El Corán en su versículo 49, el
capítulo 33, dice lo siguiente: “Oh, profeta!, permitido te está casarte con la mujer que habrás
dotado, las cautivas que Dios hace caer en tus manos, las hijas de tus tíos y tus tías que contigo
se hubieran fugado, y toda fiel mujer que te dé su corazón”.
El versículo 51 del mismo capítulo, dice en estos términos “Tú puedes, a capricho de tu deseo
prodigar o negar tus caricias a tus mujeres. Tu voluntad será su ley. A ella se conformarán todas”.
(Notas tomadas del libro Sociedad y Prostitución del doctor Juan Lazarte): además de la
explotación de la Iglesia con tantos otros medios sobre sus fieles, veamos la “santidad” papal
introduciendo en Roma este otro: “El Papa Sixto IV (1471-1484) fundó tres lupanares en Roma
donde las cortesanas obligadas a pagarle cada semana una jula de oro, le producían una renta
anual de 20,000 ducados”. Todo el mundo sabemos el auge que alcanzó esta empresa en Roma.
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