DESDE LAS EDITORIALES Por Jaime Peña Novoa Editorial Edinun De lecturas obligatorias a LECTURAS PLACENTERAS Partamos de la experiencia que hemos tenido en nuestra condición de estudiantes: seguramente, no fue igual para ninguno de nosotros tener que leer la Unidad 2 del texto de Estudios Sociales, sobre la Independencia del Ecuador, que leer el libro de Julio Verne titulado La isla misteriosa. Tratemos de ahondar en la disyuntiva para encontrar las razones que hicieron distinta nuestra vivencia de las dos lecturas. 18 De lecturas obligatorias a lecturas placenteras
En el primer caso, posiblemente, estuvieron presentes las siguientes condicionantes: • Fue, quizá, una lectura obligatoria, dada nuestra condición de estudiantes. No cabía la posibilidad de oponernos o de plantear una lectura alternativa. • Seguramente, formaba parte de un programa y un contenido del área de Sociales que nos tocaba cubrir. • Quizá la tarea nos demandó atención e incluso cierta tensión pues habría que asegurar la comprensión y retención de sus contenidos. • Probablemente, dicha lectura debió cumplirse dentro de un plazo preciso. • Posiblemente, esa lectura estuvo atada a la demostración de que habíamos entendido el desarrollo del tema específico. • Pudo estar involucrado un mecanismo de evaluación de la comprensión de la lectura y la asignación de un puntaje por nuestro rendimiento en la tarea asignada. • La sensación al concluir esta lectura pudo ser de alivio o de liberación de una tarea estresante. De lecturas obligatorias a lecturas placenteras Pero el tema se vuelve conflictivo de resolver cuando no nos es posible en la vida estudiantil, e incluso en el ámbito profesional, renunciar a ninguna de los dos tipos de lectura o elegir una sola de ellas. Con certeza, no importa la actividad que realicemos, habrá ocasiones en que forzosamente tengamos que hacer lecturas de estudio u obligatorias, aunque cada vez tengamos mayores oportunidades de hacer lecturas placenteras. El desafío, entonces, parece consistir en cómo los padres de familia y los docentes podemos lograr que las lecturas de estudio u obligatorias se asemejen más a lecturas placenteras. Para conseguir este objetivo, estas sugerencias pueden resultar eficaces: - Los textos de estudio tienen sus limitaciones, pues deben ser concretos y específicos en relación a un determinado tema; no pueden extenderse —como podría resultar deseable— por la limitación de espacio. Cabe al padre de familia o al docente, frente a esta constricción, acompañar la lectura del texto de estudio con otras lecturas complementarias, bien seleccionadas y que provengan de fuentes documentales, literarias o de otras disciplinas, lo cual les revelará a los estudiantes las ricas interconexiones que se pueden derivar de un contenido. 19 En el segundo caso, las condicionantes, probablemente, fueron muy distintas: • Nuestra lectura de la obra de Verne, seguramente, fue el resultado de una elección personal; es decir, una lectura libremente asumida. • Posiblemente, anticipamos el gusto que dicha lectura nos iba a deparar. • Si no respondió a la obligatoriedad de una tarea escolar, con certeza, la fuimos realizando en un tiempo “nuestro”, de libertad, sin fijar plazos para su realización. • También nos demandó atención, pero no hubo la carga de la tensión. • Si no nos hubiera convencido la lectura de esta obra, habríamos tenido la libertad de dejarla inconclusa y de cambiarla por otra diferente. • Acabada la lectura, ciertamente, no fue necesaria ni una evaluación de nuestro rendimiento ni una calificación correspondiente. • La sensación al concluir esta lectura, probablemente, fue de placer, de intención de explorar obras semejantes o de buscar nuevos temas para futuras lecturas. Este modo de analizar la temática lleva a la conclusión obvia de que, desde todo punto de vista, la lectura placentera es preferible a la lectura de estudio. • También cabe interrelacionar los textos de estudio con los recursos existentes en internet sobre la misma temática, esto permitirá a los estudiantes acceder a medios que les resultan más familiares y actuales, facilitando el cumplimiento de sus tareas. • Vincular los contenidos en estudio con la vida cotidiana, para que los alumnos descubran que lo que tienen la obligación de estudiar se relaciona estrechamente con su existencia, pudiendo influir en su presente y en su futuro. • Evidenciar de qué forma aquello que deben leer y estudiar ha incidido en la manera de ser del mundo actual, en la configuración de su entorno, en el planteamiento o en la superación de los problemas actuales. • Sostener un acompañamiento y un diálogo permanente, gracias a los cuales se pueda mostrar cómo las mismas lecturas de estudio han servido para configurarnos como las personas que somos. • Sería útil considerar la posibilidad de restar, en la medida de lo posible, la carga evaluativa que se atribuye a todas las acciones que acontecen en el aula, sin afectar a la seriedad con que debe asumirse el proceso de construcción de los saberes, pues esto quitaría presión a las lecturas de estudio, acercándolas a las condiciones en que se realizan las lecturas placenteras. No hay que perder la perspectiva de que el esquema educativo ideal se vincula a un sistema personalizado de enseñanza-aprendizaje, en el que todos los procesos están concebidos en función de los requerimientos de cada individuo, de su edad cronológica, de sus intereses específicos y necesidades, de sus capacidades y competencias. En la medida en que nos aproximemos a este sistema ideal de enseñanza, la lectura de estudio se acercará a la lectura asumida por placer