03.06.2019 Views

Lecciones de amistad

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

Los niños que nadie quiere<br />

Bill Westbrook<br />

Una mañana <strong>de</strong> julio <strong>de</strong> 1963, mi<br />

esposa me dijo: “Weegee Lovell<br />

dice que Tom Butterfield necesita<br />

ayuda. ¿Por qué no te das una<br />

vuelta por allá con tu martillo a ver<br />

qué pue<strong>de</strong>s hacer?”.<br />

Tom, <strong>de</strong> 23 años, era soltero, acababa<br />

<strong>de</strong> graduarse <strong>de</strong> la universidad y<br />

había abierto una resi<strong>de</strong>ncia sin fines<br />

<strong>de</strong> lucro para niños sin hogar. Weegee<br />

Lovell, nuestro vecino, era miembro<br />

<strong>de</strong> la junta <strong>de</strong> asesores. Yo tenía <strong>de</strong>bilidad<br />

por los trabajos <strong>de</strong> carpintería<br />

y, como docente, jefe <strong>de</strong> exploradores<br />

y padre <strong>de</strong> tres niños, me encantaba<br />

ver crecer a los pequeños y ayudarlos<br />

cuando se presentaba la oportunidad.<br />

Mientras conducía en el humeante<br />

calor <strong>de</strong> Marshall, Missouri, me convencía<br />

<strong>de</strong> que Tom no podría con<br />

todo esto, era <strong>de</strong>masiado. Él mismo<br />

era apenas algo más que un niño; y<br />

su tal “resi<strong>de</strong>ncia” —un club campestre<br />

abandonado a las afueras <strong>de</strong> la<br />

ciudad— se hallaba en peor estado <strong>de</strong><br />

lo que imaginaba. Las puertas estaban<br />

fuera <strong>de</strong> las bisagras; las ventanas, rotas;<br />

el techo, agujereado.<br />

Un joven extremadamente flaco,<br />

pelirrojo, <strong>de</strong> más <strong>de</strong> 1.80 <strong>de</strong> altura,<br />

apareció por la esquina.<br />

—Hola —dijo con una sonrisa pecosa<br />

y un firme apretón <strong>de</strong> manos—.<br />

Soy Tom Butterfield.<br />

Me presentó también a los dos niños<br />

que estaban con él; ambos tenían<br />

menos <strong>de</strong> 10 años: Andy y Dan*.<br />

—Bill Westbrook —repuse—. Y esto<br />

no va a funcionar.<br />

—Bueno, ¿por qué no nos sentamos?<br />

—propuso Tom, sonriendo<br />

aún—. Conversemos un rato.<br />

Veinte minutos <strong>de</strong>spués, cuando<br />

me fui <strong>de</strong>l lugar en busca <strong>de</strong> un camión<br />

cargado <strong>de</strong> tejas, me había convertido,<br />

junto con Lovell, en uno <strong>de</strong><br />

los más firmes partidarios <strong>de</strong> Tom.<br />

Mientras avanzaba en sus estudios<br />

universitarios en Marshall, Tom trabajaba<br />

como auxiliar en el hospital<br />

psiquiátrico estatal. Fue allí don<strong>de</strong> conoció<br />

al pequeño Andy, <strong>de</strong> seis años,<br />

el primero <strong>de</strong> “sus muchachos”. “Ahí<br />

estaba ese niñito asustado y <strong>de</strong>sorientado<br />

con un trastorno en el habla”, recuerda<br />

Tom. “Había terminado en el<br />

hospital psiquiátrico solo porque sus<br />

padres fallecieron en un acci<strong>de</strong>nte automovilístico<br />

y el Estado no encontró<br />

otro lugar a don<strong>de</strong> enviarlo. Eso me<br />

<strong>de</strong>jó anonadado”.<br />

Tom, un joven divertido y <strong>de</strong> buen<br />

carácter, cargaba sobre sus hombros<br />

*Los nombres <strong>de</strong> todos los muchachos<br />

Butterfield, excepto el <strong>de</strong> Johnny Kates,<br />

han sido modificados.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!