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He aquí nuéstra exégesis: cuando se oiga el característico zumbido del motor de los
aviones (que el propio Nostradamus, en su carta a Enrique II, describe como un
«huy-huy» prolongado), comparado a desconocidos pájaros sobre los aleros de las casas,
en la parte más respirable (o en lo más alto del aire), entonces los precios de todos los
alimentos subirán hasta las estrellas y los víveres más indispensables, como el pan,
serán muy caros.
Telégrafo, teléfono, electricidad
Cuando el animal al hombre doméstico,
Después de grandespenas y saltos venga a hablar,
El rayo a virgen será tan maléfico,
De tierra tomado y suspendido en el aire.
(CENTURIA III, CUARTETA XLIV)
Cuando el animal venga a hablar al hombre doméstico, después de grandes penas y
saltos, el rayo, tomado y suspendido en el aire, será muy maléfico a la virgen.
Es decir, cuando el hombre primitivo, selvático, pueda comunicar y hablar con su
semejante civilizado desde las más remotas tierras, primero a través de grandes penas y
saltos (o sea: mediante el empleo del telégrafo que transmitía rítmicamente líneas y
puntos), y después también directamente mediante un micrófono, entonces el rayo, es
decir, la corriente eléctrica (que dañará enormemente a la cera virgen de la que se
fabricaban las velas) se tomará del suelo con hilos conductores y se suspenderá en el
aire mediante cables y aisladores que la llevarán a todos los ángulos de la tierra. Nos
parece que el significado de las cuartetas es, también aquí, bastante claro y que no
admite otras interpretaciones.
La «peste» de nuestro fin de siglo
La guerra no toma ahora las características descritas al principio de este capítulo,
sino otras completamente distintas, a pesar de que el color de los fogonazos no cambia
de gama, materializándose en un arma nueva que en vez de destruir espectacularmente
destruye en silencio. Dice la cuarteta sesenta y cinco de la Centuria X:
La vasta Roma se ha convertido en otra capital en el nuevo imperio, la gran potencia
en el mundo occidental, los Estados Unidos. En nuestro siglo, la guerra no saldrá de
sus muros, es decir, de sus armas bélicas, sino la sangre y el semen. El virus fatídico se
encuentra en la sangre, y la transmisión del virus se realiza por vía sanguínea directa.
Las siglas de la enfermedad fatal son como muescas horribles o signos mortales, las
cuatro letras del nuevo terror: S.I.D.A. La dolencia se extenderá a todo el mundo. Nadie
se verá libre de la posibilidad de contagiarse ni de sus espantosas consecuencias, puesto
que su vía de contagio es tan elemental como la propia sangre que se halla expuesta
a la enfermedad a cada momento. El «Hierro afilado metido a todos hasta el mango» no
puede ser más explícito en este sentido, una frase que también es posible interpretar
como una alusión al grupo social que primero se vio afectado por el nuevo morbo: los
homosexuales.
Las palabras de esta cuarteta hablan claramente de la caída del Imperio. El semen,
con sus portadores de vida, se hundirá en el vacío y la sangre que da la vida, será
precisamente portadora de todo lo contrario: la sangre y la sustancia mismas serán
pues las desencadenantes de la destrucción. Éstas son las armas del nuevo imperio, de
la nueva Roma que ejerce su influencia por todas partes pero que camina directamente
hacia el desastre. En esta cuarteta Nostradamus sentencia nuestro mundo, herido ya
de muerte.