Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
26
Estoy en deuda con mi profesor de historia del arte
La idea la tuvo Héctor, mi profesor de Historia del Arte. Un loco del cine que en sus
años de facultad también hizo cortos y hasta un largometraje. Llegó a presentar sus
películas en festivales independientes y hasta conoció a algún director famoso, que
por aquel tiempo estaba empezando. Todo esto me lo contó un día al salir de clase.
—Me recuerdas un poco a mí a tu edad —me dijo.
Unos días más tarde se presentó con una hoja de papel que había sacado de
Internet. «Concurso de cortos documentales para directores menores de dieciocho
años», decía en el encabezamiento. El premio era el estreno de la peli en un festival
de cortos muy famoso que se iba a celebrar en no sé qué pueblo del norte de Francia.
También se estrenaría en un canal de televisión por cable.
—Ahora, con tantos canales nuevos, todo el mundo busca talentos. Es una buena
oportunidad para darte a conocer —dejó la hoja sobre mi mesa y, como para terminar
de animarme, añadió—: Si te presentas, te subo un punto. Piénsalo.
No necesitaba pensarlo. La idea me gustó desde el primer momento. Comencé a
tener unas cien ideas por segundo. Se me ocurrió un tema, un título, una secuencia de
inicio. Luego pensé que todo eso estaba mal e ideé otro título, otro arranque y otro
enfoque para el mismo tema. Empecé aquella misma tarde a dibujar el storyboard. Lo
rompí todo. Volví a empezar. Cuando me fui a la cama, estaba tan hecho un lío que
me costó mucho dormirme. No podía decidir cuál era la mejor escena de arranque.
Cada vez que decidía cómo tenía que ser, aparecía otra en mi imaginación que me
gustaba más. Lo único que tenía claro era que iba a presentarme al concurso. Y que
quería empezar a grabar cuanto antes.
Las bases decían que los cortos no podrían sobrepasar los 25 minutos de
duración. El plazo de entrega terminaba en tres meses. Las películas debían llevar
subtítulos en castellano si estaban rodadas en otra lengua. También había
especificaciones técnicas: formato, modos de envío… Todo era alucinante. Hasta ese
día, no tenía ni idea de que existía este tipo de concursos. Y mucho menos había
pensado que yo podía tomar parte en uno.
Al día siguiente le dije a Héctor:
—¿De verdad crees que puedo hacerlo?
Me puso una mano en el hombro:
—Lo único que necesitas es tomártelo en serio. Empezando por tomarte en serio a
ti mismo. Cuando consigas actuar como un director de cine, comenzarás a ser uno de
ellos.
Página 56