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Si por mi fuera, le echaría kétchup a todo (hasta a la
ensalada)
Lo de Pedro tuvo algunas consecuencias. Por ejemplo, los tíos del equipo de fútbol se
enteraron de lo que había pasado y comenzaron a tratarme de otra forma. Con más
respeto. La noticia llegó también a algunos profesores, que me pusieron como
ejemplo delante de todos, al contar en clase lo ocurrido. Creo que nunca había sentido
tanta vergüenza. También los padres de Pedro me agradecieron lo que había hecho,
mientras aún esperábamos en la sala de espera del hospital. Fue como si me hubiera
convertido de pronto en alguien más valioso. Una especie de héroe.
En casa también se notó la diferencia. Mis padres me miraban con una especie de
orgullo raro, como si fueran los padres de Clark Kent. Nada más verme ya me habían
echado la bronca (una no muy fuerte) por lo de la ceja y la nariz rotas. Ahora mamá
había preparado mi comida favorita (es decir, hamburguesas caseras con sus patatas
fritas recién hechas) y había dejado el bote de kétchup sobre la mesa. Me encanta el
kétchup. Si por mi fuera, se lo echaría a todo (hasta a la ensalada). Pero mi madre
siempre protesta, siempre me pide que no me eche tanto, me lo restringe y, al final,
termina por amargarme el que me como. Aquel día, sin embargo, no dijo nada. Me
dejó echar todo el kétchup que me dio la gana y siguió mirándome como si fuera
Clark Kent. Hasta hablaban de comprarme un móvil nuevo. También mis hermanos
parecían asombrados y orgullosos de mí. Qué raro.
Pero la que más me importó fue la reacción de Keiko, claro. Me llamó al día
siguiente, en cuanto se enteró. Lo primero me preguntó cómo estaba.
—Tengo la nariz rota —le conté— y me han dado cinco puntos en la ceja.
—Pobrecito —susurró, luego siguió un silencio y al fin añadió—: Oye… Lo que
hiciste me parece alucinante. Ayudar a Pedro. Quedarte con él. Otro se habría
largado.
Nunca sé qué contestar cuando alguien me dice algo bonito. Lo único que se me
ocurre es poner cara de memo y decir algo así como:
—Bueno, gracias.
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