Junio 2011 - Universidad Católica de Córdoba

Lo mismo sucede con Carlángelo Massano, médico cardiólogo, cuyo apellido inspira
más que confianza a la hora de acudir a la consulta. O la de la psicóloga Graciela
Felices. Si ya que nos cuesta tanto ir al diván, el apellido Felices puede ser un gran
estímulo. Ella dice que nunca se planteó lo que iba a ser en función de su apellido.
“Me ha ido bien en la vida y si contribuimos para la felicidad de otros, mejor”, agrega la
destacada docente de la Universidad Católica de Córdoba (UCC).
Eduardo Trigo tiene un currículum impresionante y muy ligado a su nombre: doctor en
Economía Agraria de la Universidad de Wisconsin; fue director Ejecutivo de la
Fundación ArgenINTA y en distintas organizaciones internacionales, incluyendo el
Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura.
José cree que su profesión de plomero-gasista y su apellido Cañete es una ventaja.
“Cuando a la gente se le rompe un caño, es fácil asociar mi nombre con caño-cañete”,
dice divertido.
Pasión futbolera.
En cambio, usted, presidente de un club, ¿contrataría a un futbolista de apellido
Troncoso? Pero existe uno y, al parecer juega muy bien, en Colo Colo de Chile.
Otra variante de cómo un nombre puede marcar un destino es la de aquellos padres
futboleros. Son los que inculcan nombres a sus hijos llevados por su pasión. Es el
caso de Luis, un fanático de Talleres quien tuvo hijas mellizas y no tuvo mejor idea que
llamarlas Blanca y Azul. En el otro extremo, hay casos de padres fieles del Pirata
cordobés que a sus hijas las llamaron Victoria Celeste.
(Enmarcada en la nota anterior se encuentra el siguiente cuadro)
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