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Valencia Escribe. Número 8.b

Número 8 de la Revista Digital Valencia Escribe, con más de cien páginas de relatos, micros, poesía, crítica literaria y una sección para los más pequeños.

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Ya en la calle, se pregunta cuánto tardará<br />

en presentarse el asunto: aquellas<br />

situaciones creadas por los hombres que la<br />

incomodan, cuando no la asustan.<br />

Para más inri, a Lo le molesta incluso<br />

un simple anuncio de bragas, y no digamos<br />

la típica españolada donde la que enseña el<br />

muslamen es siempre una mujer.<br />

Se planta ante el semáforo de peatones.<br />

El disco rojo, antes de simbología masculina,<br />

exhibe ahora una silueta con falda hasta<br />

los tobillos y coleta ñoña. «Menuda mandilona<br />

nos ponen para representarnos –piensa-,<br />

el que lo haya hecho nos odia a todas».<br />

Mientras espera el verde, rememora un<br />

capítulo de su infancia, cuando iba al colegio<br />

de monjas y debía vestir falda. Un día,<br />

rezongó a su padre: ¿por qué no dijiste que<br />

soy chico? Así podría vestir pantalones…<br />

Al recordarlo, ríe.<br />

La mandilona cambia de color, ahora<br />

viene otra prueba de fuego: se trata de un<br />

bar de malasombras; donde al pasar, además<br />

de recibir improperios, alguna vez<br />

se ha llevado algún que otro restregón de<br />

babosos asquerosos. Hasta que un día la<br />

policía lo clausuró (razones no faltaban).<br />

Aquello sí que fue un ERTE en toda regla,<br />

pues els treballaors tuvieron que buscarse<br />

la faena en otro sitio.<br />

Lo tiene presente que los indeseables<br />

siguen sueltos. Por ello cambió su pasión<br />

deportiva, que era el fútbol, por un arte<br />

marcial. Probó Tae-wondo, Judo…nada la<br />

satisfizo. Por casualidad conoció el Kramaga<br />

y se casó con él.<br />

Lo llega al gimnasio, allí la espera Nerea,<br />

su compañera de combate.<br />

Tras la sesión, ambas amigas se comprometen<br />

a no dar tregua a esa clase de<br />

vacilones que las increpan. De vuelta en<br />

la calle, sus mentes se distienden. Algún<br />

comentario suelto las hace sonreír, todo<br />

parece olvidado. Cuando doblan la esquina,<br />

dos hombres las miran con fijeza. Lo no se<br />

lo piensa, avanza un paso, su expresión es<br />

retadora.<br />

Nerea trata de detenerla, ha reconocido<br />

en ellos a su padre y su tío. Tan solo grita:<br />

¡Lo!..<br />

Como si el tiempo se hubiera detenido,<br />

Lo decidirá en una fracción de segundo si<br />

escucha a su amiga, a la que juzga indecisa,<br />

o responde agresiva por sentirse mancillada.<br />

En la avenida, ante la mirada ahora sobresaltada<br />

de dos hombres, solo se escucha<br />

el resonar del eco de un monosílabo: “Lo”.<br />

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