Valencia Escribe. Número 8.b
Número 8 de la Revista Digital Valencia Escribe, con más de cien páginas de relatos, micros, poesía, crítica literaria y una sección para los más pequeños.
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Me quedé mirándola en silencio, mientras<br />
los transeúntes pasaban muy cerca<br />
de nosotros, algunos incluso nos rozaban<br />
involuntariamente. La joven se fue calmando<br />
poco a poco, mientras yo me iba<br />
contagiando de su tristeza y comencé a gimotear<br />
sin poder evitarlo. Ella interrumpió<br />
del todo su llanto, me miró con unos ojos<br />
redondos y negros, como si me vieran por<br />
primera vez, y me dijo con una voz que<br />
salía de unos labios amoratados y resecos:<br />
—¿Y usted por qué llora? —Una leve<br />
mueca de sorpresa y burla se dibujó en su<br />
cara.<br />
—No lo sé. Soy muy impresionable y<br />
tal vez me he dejado contagiar por usted.<br />
La joven ya no lloraba, de sus ojos<br />
había escapado el rosa, la nariz no goteaba<br />
y los pómulos habían perdido su esplendor.<br />
Se arregló el pelo con las manos, se<br />
recompuso la camisa y abotonó hasta la<br />
garganta. Estaba seria y francamente fea.<br />
Yo seguía llorando desconsolado.<br />
Me miró fijamente y, de repente, se<br />
puso a reír sin poder contenerse. La belleza<br />
regresó a su rostro, la nariz recobró<br />
el magenta, los pómulos emergieron y los<br />
labios recuperaron la frescura. Ese cambio<br />
emocional brusco me sorprendió y me<br />
contagió, de tal manera que, al poco, ambos<br />
acabamos riendo como felices y viejos<br />
amigos.<br />
—Perdona mi franqueza —me dijo,<br />
intentando contenerse la mandíbula— pero<br />
tú estás igual de feo cuando ríes que cuando<br />
lloras.<br />
—¿Quieres decir que la naturaleza no<br />
me ha compensado como a ti? —le dije,<br />
apenado.<br />
—En absoluto. Tu tienes…<br />
La interrumpí.<br />
—Yo tengo el tópico de “belleza interior”.<br />
—No, estás equivocado. Lo que tienes<br />
son cualidades muy visibles: compasión,<br />
empatía, humanidad, gratitud, afecto, sentido<br />
del humor... No sé si son bellas, solo<br />
sé que son necesarias para vivir.<br />
No supe qué responderle y, tras unos<br />
segundos de mirarnos a los ojos, enmudecidos,<br />
le dije:<br />
—¿Qué te parece si, ahora que hemos<br />
llorado y reído juntos, me dices cómo te<br />
llamas?<br />
—Vi-da —me contestó, al tiempo que<br />
se mordía el labio inferior y la punta de la<br />
lengua.<br />
Entonces lo comprendí: siempre había<br />
estado enamorado de ella y nunca dejaría<br />
de estarlo.<br />
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