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Edicion 25 de junio de-2022

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EDICIÓN EXTRA Sábado 25 de Junio de 2022

EL JEFE

Mauricio Vallejo Márquez

Escritor y editor Suplemento Tres Mil

E

la silla secretarial a la espera de

la hora de la salida. Sin embargo, las

Tenía días cuando me trasladaron de

mis asignaciones habituales como abo-

agua, a comprarle churritos, a hacerle

encomiendas a su padre, a limpiarle el

carro, además de hacer otro conjunto

de atribuciones que no me competían.

—¡Gracias a Dios hay trabajo! —me

consolaba.

-

de aquel iris negro con números negros.

El teléfono sonó.

-

silencio de la condena de muerte.

cina

con el inconfundible olor de un

pedo que a pesar de la mascarilla me

hería la pituitaria. Esperando que ese

sujeto terminara de responder por

WhatsApp a su amigo. Luego el silen-

caja de cartón pintada de blanco hueso

era interrumpido por el sonido del impresor

escupiendo con lentitud el memorándum

que me obligaba a estar ahí.

—Cuando se lo reciban regrese, quiero

dijo con ese tono ceremonial que me

parecía sacado de una mala obra de

teatro.

sello. Listo, ahora a correr para dejar a

tiempo la correspondencia.

Al llegar al otro lado alcancé a dejar el

gente había emigrado. Incluso encontré

las luces apagadas y la lúgubre sensación

de la soledad a mi paso. Retro-

habían pasado cinco minutos de la hora

de salida y la gente huía en estampida.

jambre

pasara al reloj marcador.

Dispuse mis papeles en orden y tomé

mi maleta empujando por accidente

una piedra del tamaño de mi mano que

traje del mar. Bajé las gradas a golpe-

sentí libre cuando subí al bus, solo era

cuestión de minutos para regresar a mi

-

—Sí, doctor. Ya fue entregada—le respondí.

—Venga a enseñármela—ordenó para

botó

en mis extremidades.

—Voy camino a mi casa, doctor.

—Regrésese y me la enseña—impuso el

jefe estaba cerrada y a oscuras. En medio

de aquella penumbra la lámpara de

perando.

taba,

doctor.

—Lo estoy esperando en su escritorio.

dencia

recibida había desaparecido. La

había dejado sobre el escritorio justo a

la par de la piedra, pero no estaba. Vi el

do.

No fue cosa del otro mundo, tomé la

llera

para rebotar sobre mi escritorio. La

sangre se esparció en el suelo como las

raíces de un árbol y pequeñas gotas de

mercurio. Estaba muerto, igual que yo.

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Edición Extra | 25 de Junio de 2022 |

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