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el pistolero convencido de que las 23 personas que se
ha cargado a lo largo de su vida tuvieron la muerte que
merecían, desprende vitalismo, melancolía, protección
mutua de dos personas que se sienten muy solas, una
de ellas sobrada de experiencia y cansancio, y la otra
tan joven como decidida, con un inaplazable sentido de
la justicia y de la venganza. Tampoco tienen
desperdicio los pintorescos personajes con los que se
cruzan, incluido un villano atípico. Nada está dejado al
azar en este western que desprende el aroma de los
grandes modelos. La acción se funde admirablemente
con el intimismo, los diálogos son precisos y sabrosos,
la atmósfera es veraz, los sentimientos son intensos
pero no están subrayados. Es la primera vez que los
Coen abordan este género, pero da la sensación de
que lo llevan frecuentando mucho tiempo, de que
conocen sus mejores claves. Hay química en la
relación de Jeff Bridges, ese señor al que siempre
apetece ver y oír y la sorprendente, adusta y enérgica
niña Hailee Steinfeld. Es muy raro que el cine actual se
ocupe del western, un género agotado y sin tirón para
el público, según los criterios ejecutivos de ese
Hollywood enamorado de los efectos especiales, las
tres dimensiones y la banalidad ruidosa. Es una suerte
que la personalidad y el talento de los Coen hayan
decidido ocuparse de este género en aparente
defunción, que logren tanto arte en algo que ya no está
de moda pero que mantiene intactas sus posibilidades
expresivas para hacer gran cine.
¿Qué es el western?
Y la historia que se
nos va a contar es
la que constituye el
eje central del
western como
género: la
explicitación
cinematográfica de
los mitos
fundacionales de
la
nación
americana (Según
André Bazin “el
western ha nacido
del encuentro de
una mitología con
un medio de expresión”). El “western” constituye una
mitología que funciona como idealización y sistema
interpretativo; es por tanto un conjunto de estructuras
interpretativas que permite a la sociedad americana
reflexionar sobre ella misma. André Gluksmann
escribe en “Las aventuras de la tragedia” (Le Western,
Ed. Plon, 1966): “El western es una mitología
secularizada en la que una sociedad intenta reflejar sus
contradicciones bajo la forma de recordar su origen”.
La conquista del Oeste se confunde, de hecho, con la
formación de la nación americana misma.
A nivel puramente mítico y casi teológico, el Oeste
simboliza el nuevo nacimiento del hombre en una tierra
feliz y libre, el rechazo global de las civilizaciones y de
sus fracasos, sus corrupciones y maldiciones. El sueño
del Oeste está imbuido de una nueva inocencia,
necesitando rechazar todas las culpabilidades, acabar
con este Mal y esta desgracia humanas que proviene
de una falta que no se quiere asumir más y que, sin
embargo, se repite sin cesar. Políticamente, conquistar
el Oeste era liberarse de la tutela inglesa, separarse
del Atlántico, mar inglés, para dirigirse hacia Asia con
sus riquezas fabulosas. Míticamente, bíblicamente, era
repetir el éxodo de Moisés cuando arrancó a su pueblo
de la cautividad para conducirle a Canaan.
El Oeste del cine americano es el terreno en el
que se afrontan, al menos esquemáticamente y a
veces muy
profundamente,
todas las
moralidades
concebibles:
a) La
inocencia y la
experiencia
b) El
derecho natural
y el derecho de
ciudadanía
c) La
aventura y el
orden
d) La
religión natural y
la de las iglesias
e) La
economía
agrícola y la de
la civilización urbana
f) La violencia del instinto y el autodominio del
hombre
g) El héroe y el simple mortal
h) La inocencia y la culpabilidad
i) El pecado y la redención
j) El destino y la libertad
k) Las fuerzas de la vida y las potencias de la
muerte
El western pone incansablemente en juego una región
particular en un
momento especial
de la Historia.
Revive
indefinidamente esta
hora privilegiada y
peligrosa en la que,
sobre un continente
nuevo, recomienza
la experiencia
primera de los
hombres. Es el
momento en el que
se levanta la
primera Ciudad,
donde tiene que
aparecer el primer
juez, el primer policía. Es la aventura por excelencia.
“Yo creo que el lado más simpático del western
consiste en que todo el mundo puede identificarse con
los cow-boys… Todos deseamos dejar detrás de
nosotros el mundo civilizado, y les envidiamos menos a
ellos como individuos que a la vida sencilla y recta que
pueden vivir. Todos nos imaginamos que hacemos
cosas heroicas” (John Ford) [Véase: “El universo del
Western” Georges-Albert Astre y Albert-Patrick Hoarau.
Ed. Fundamentos, 1986]