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Blanco en azul - Azorin

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ROSA, LIRIO Y CLAVEL

¡

E

h, jovencitas! A ustedes les digo; sí, sí; atiendan un momento. ¿No

me oyen? ¿No quieren oírme? Jovencitas, jovencitas. ¡Aquí! Quiero

contarles un cuentecillo. ¿Alegre? Sí, sí. ¡Ja, ja, ja! Yo estoy muy viejo; soy

viejecito. He corrido mucho mundo; he estado en todos los países de Europa,

América, África y Oceanía. ¡Ja, ja, ja! No he perdido el buen humor, aunque

he corrido tanto. ¿Eh, jovencitas? No tengáis miedo. ¿Veis, mis ojos azules?

¿Y mi barba blanca? Mi barba está llena de polvo. Las polvaredas de los

caminos han puesto esa espesa capa de tierra en mi cabeza, en mis vestidos,

en mis manos. ¿Vosotras no habéis salido nunca de este pueblo? ¡Ah, si

supierais las cosas bonitas que hay por el mundo! Bonitas y trágicas. ¿Eh,

vamos, jovencitas? Acercaos, acercaos al buen anciano. Al buen anciano que

anda con su zurrón al hombro por los caminos. ¿No creéis que el cuentecito

que yo pueda contaros sea una historia alegre? ¿No veis mis ojos cómo ríen?

No sintáis recelo; acercaos; vosotras sois la juventud, la alegría, el

entusiasmo. Yo no encuentro satisfacción sino en la ingenuidad de los demás.

¿No os he dicho que soy un hombre alegre? ¡Ja, ja, ja! Ea, vamos a comenzar

el cuento. ¿Os empeñáis en no aproximaros a mí? Pues estad quietecitas;

escuchadlo desde lejos; yo levantaré un poco la voz. Y veréis qué bonito es.

¡Ja, ja, ja!

En un viejo palacio. La sala es ancha, clara, limpia. Hay espejos en las

paredes. Muchos espejos. En la ciudad —una vieja ciudad—, todo es silencio.

Se podría partir el silencio con un cuchillo de plata: tan denso es. Por las

amplias ventanas entran vívidos rayos de sol. ¿Del sol poniente? Sí; de un sol

dorado, tenue, acariciador. De un sol que se despide, falleciente, hasta el otro

día. Y nubes áureas, redondas, bellos cúmulos, caminan por el cielo.

¿Caminan por el cielo? No, no; están quietas, inmóviles, encima de las

veletas. Los gallos, los angelitos, las estrellas, las palas de las veletas resaltan

entre lo dorado de las nubes. En el salón —todo claro, todo limpio—, van y

vienen tres muchachas. Están vestidas con trajes sencillos y claros. Una se

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