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Blanco en azul - Azorin

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GESTACIÓN

U

n ramo de crisantemos —en noviembre—; un ramo sobre el mantel a

cuadritos blancos y rojos; contemplación; ensueño; un momento de

inconsciencia; las blancas, amarillentas flores desaparecen. Una casita con las

paredes blancas y las ventanas verdes en lo alto de una colina… La calle; el

escaparate de una librería; libros con cubiertas rojas, grises, amarillas; la

mancha amarilla de un volumen detiene la mirada; un momento; ensueño;

desvarío, inconsciencia; profunda sensación de aguda tristeza; el libro

desaparece; surge la casita blanca y verde en lo alto de la colina, allá arriba,

lejos, en el espacio y en la espiritualidad… La tetera gris y negra sobre la

mesa; brillo de plata, de cristal; un pedazo de cielo azul por la ventana; el azul

es intenso; los ojos van del brillo del cristal a la limpidez del cielo; un

momento; ensoñación; la casita blanca con las persianas verdes surge,

reaparece. Y nos detenemos ahora largamente en su contemplación. Lejos, sí,

en el tiempo y en las sensaciones. Lejos, en San Sebastián. El pensamiento va

desde la altiplanicie, a 650 metros de altura sobre el mar, a la lejana ciudad

cantábrica. La casita blanca y verde domina toda la ciudad. Separados de sus

muros 614 kilómetros, parece que tendemos la mano y los vamos a acariciar.

Los tocamos como tocamos —suavemente— los crisantemos del ramo. Desde

lo alto de la colina, desde la puerta de la casita —de Errondo-Aundi—, se ve

allá a lo lejos la ciudad; la torre del Buen Pastor surge del caserío; como en el

límite de la ciudad se halla el mar, la torre resalta en pleno mar, después de

haber surgido entre el conjunto de las techumbres. Resalta sobre el mar, y a

través de los calados y de sus cimas se columbra también el mar. Y a un lado

se descubre la estación de Amara; los trenes salen, llegan; se dirigen a Bilbao,

a Pamplona o vienen de esas ciudades. Al pie del altozano pasan rápidos —

con un sordo rumor— los tranvías eléctricos que van a Hendaya, a Hernani, o

regresan de esos dos puntos. Y la fábrica del gas muestra su gasómetro

panzudo, redondo. La casita tiene cerradas sus puertas y sus ventanas verdes.

La circunda un espeso boscaje; una verja acota un breve espacio frente a la

puerta; el camino pasa por delante; un parapeto de blancas piedras separa esta

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