Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
plañideramente un tren? ¿Han sido trastrocados, subvertidos, el espacio y el
tiempo? Pétalos blancos de los crisantemos; paredes blancas de Errondo-
Aundi…
Desde el paseo de los Fueros, en San Sebastián, se columbra, en lo alto de
la colina verde, la casa blanca y verde. La larga verja de hierro se extiende por
todo el paseo, bordeando el río. ¿Nos hallamos de pechos en la barandilla en
un momento de profundo sosiego? La mirada va de la tersa superficie de las
aguas a la colina lejana. Momento de hondo sosiego espiritual. ¿Y las
creaciones de la imaginación? ¿Y Félix Vargas, el poeta? Suenan de cuando
en cuando, en la menuda arena crujiente del paseo, los pasos de un transeúnte.
¿Nos hallamos en la ciudad cantábrica o en Madrid? ¿Se han separado
nuestros ojos del ramo de crisantemos? De pechos en la barandilla,
indolentes, ensoñadores, vemos acercarse a nosotros al poeta Félix Vargas.
¿Por qué no ha de tener vida real esta creación de nuestro espíritu? ¿Y por qué
no ha de habitar en la casita blanca y verde, allá arriba? Transportaremos a
este poeta imaginario con estado propio, personal, de melancolía y de
ensoñación. Todo el ambiente espiritual cristalizado en torno a la casa de
Errondo-Aundi ponerlo, con detalles, con pormenores expresivos, en Félix
Vargas. Ahora, en la barandilla del Urumea, aquí, frente al ramo de
crisantemos, en Madrid, experimentamos una sensación profunda de
nostalgia, de tristeza, de decepción profunda, de desasimiento de las cosas.
Anhelamos ver el tiempo, todo el tiempo, condensado en un minuto y
contemplar todo el espacio en un solo plano. Félix Vargas, el poeta, vive ya
en la casita blanca y verde. Ha llegado hasta nosotros, recostados en la
baranda del río, y nos ha puesto suavemente la mano en el hombro.
Pero ¿es éste el personaje que nosotros hemos creado? ¿Es éste el poeta
imaginario que nosotros quisiéramos crear? ¿Lo vemos clara y distintamente
o se halla todavía entre las brumas y las arcanidades de nuestro
subconsciente? Félix Vargas ha avanzado lentamente hacia nosotros; va
vestido de negro. No es éste el hombre que nosotros conocíamos; su
semblante está pálido; en sus ojos leemos una profunda tristeza. La tristeza
del poeta es la misma que sentimos nosotros recostados en la barandilla del
río —ante el paisaje vago y melancólico de la tierra vasca—, y es la que nos
embarga ante el ramo de los crisantemos blancos y amarillos. La sensualidad
apacible, risueña, de Vargas ha desaparecido. Nos complacemos nosotros,
creadores suyos, en hacer que la voluptuosidad del poeta, su goce callado y
profundo de la mujer, no exista ya. No puede ser ya Félix Vargas el mismo
Página 46