Listín Diario 18-04-2024
https://listindiario.com/
https://listindiario.com/
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
10 cm<br />
5 cm<br />
SANTO DOMINGO, RD. JUEVES, <strong>18</strong> DE ABRIL DE <strong>2024</strong><br />
19<br />
La República<br />
4 cm<br />
3,5 cm<br />
Libre-Mente<br />
3 cm<br />
dos son los elogios y la necesidad<br />
de una coherencia<br />
fallida y errática cuando,<br />
quebradas las bridas de la<br />
razón, se desbocan hasta el<br />
odio.<br />
Hoy, entre sofisticado y<br />
cool, impera un autoritarismo<br />
pacato, atado a las cuerdas<br />
de la Red. Incitado por<br />
la impotencia y la ansiedad,<br />
el odio penetra de puntillas<br />
en el panóptico global, rearmando<br />
las piezas de una democracia<br />
digital, de espectadores.<br />
Celebrada con el<br />
estupor de la libertad ilimitada,<br />
pero vacía (Han, 20<strong>18</strong>).<br />
Aquí deberemos comprender<br />
que lo que define al verdadero<br />
monstruo --dice Manuel<br />
RICARDO NIEVES<br />
Santo Domingo, RD<br />
El turbante apropiado<br />
para una<br />
cabeza ilustrada<br />
es la razón.<br />
Como un faro,<br />
según distancia y alcance,<br />
resplandece o se desvanece,<br />
a medida que nos acercamos<br />
o nos distanciamos<br />
de su luz. De razón y emociones,<br />
pues, se hace y deshace<br />
la vida humana. Así,<br />
cuando la gente se fía más<br />
de sus sentimientos que de<br />
los hechos, admite, sin reticencias,<br />
al gobierno tiránico<br />
de las emociones. Que,<br />
una vez instalado, ya no<br />
concederá petición o ruego<br />
que contravenga los recios<br />
lineamientos de su ley<br />
marcial. En cualquier caso,<br />
la oscuridad de la razón es<br />
la levadura indicada para<br />
la fermentación ponzoñosa<br />
del odio liminal.<br />
Y si alguien escribiera<br />
su historia universal, faltarían<br />
páginas para completar<br />
el preámbulo introductorio<br />
de un tratado<br />
elemental. La primera<br />
condición para odiar consiste<br />
en apartar al otro psicológicamente,<br />
expulsarlo<br />
mentalmente y, acto seguido<br />
a la aversión, despojarlo<br />
de toda consideración<br />
empática. Odiar es, de alguna<br />
manera apostrofable,<br />
deshumanizar.<br />
Manuel Cruz (2022), filósofo<br />
español, aborda el<br />
eclipse de la razón como el<br />
principio de la oscuridad en<br />
la memoria. Y dentro tantos<br />
nubarrones que la eclipsan,<br />
el odio reaparece ahora en<br />
modo digital. La muerte de<br />
los recuerdos permite que,<br />
agazapado y pérfido, su remedo<br />
paleontológico permanezca<br />
intacto, multiplicándose<br />
por los dispositivos<br />
tecnológicos que adiciona<br />
la Red. Sentimiento biológico<br />
complejísimo, cuyo balance<br />
histórico oscila entre<br />
los actos de heroicidad y las<br />
atrocidades inconfesables<br />
del teatro humano.<br />
Tozuda y persistente, la<br />
reminiscencia se cuela con<br />
el olvido, metida en una cabeza<br />
que rara vez estará dispuesta<br />
a cambiar de ideas<br />
y que, por la misma causa,<br />
abomina dialogar. En la zona<br />
amurallada del odio, el<br />
“LA PRIMERA<br />
CONDICIÓN PARA<br />
ODIAR CONSISTE EN<br />
APARTAR AL OTRO<br />
PSICOLÓGICAMENTE,<br />
EXPULSARLO<br />
MENTALMENTE”.<br />
diálogo se torna imposible.<br />
Encaramado en el caballo<br />
cibernético, el desprecio<br />
está de vuelta, acaso renovado,<br />
desde el panóptico<br />
voluminoso de la pantalla<br />
digital.<br />
Con Antonio Damasio<br />
(2005), aprendimos que<br />
racionalidad y emoción,<br />
en lugar de oponerse, complementan.<br />
Interviniendo<br />
simultáneamente, a sa-<br />
El odio digital:<br />
retorno de un<br />
fantasma<br />
biendas de que ninguna<br />
racionalidad es posible fuera<br />
de toda emoción, puesto<br />
que la primera refuerza<br />
el atractivo de la segunda.<br />
¡Venerable complejidad! El<br />
problema estalla cuando,<br />
para determinados individuos,<br />
la razón termina convertida<br />
en visitante sospechosa,<br />
sin reconocerla más<br />
que como sirvienta de nuestra<br />
soberana arrogancia.<br />
Emile Bruneau (2012),<br />
neurocientífico, fallecido a<br />
destiempo, logró “mapear”<br />
y establecer cuándo y cómo<br />
se desmorona la capacidad<br />
de empatizar entre<br />
los humanos. Se preguntó<br />
si es que somos menos empáticos<br />
o algo ha involucionado<br />
en nuestras relaciones<br />
virtuales. Entendimos con<br />
él los mecanismos mentales<br />
que subyacen en el umbral<br />
del odio: las entretelas<br />
del por qué algunos humanos<br />
menosprecian a sus<br />
iguales, a veces sin una sola<br />
razón justificada. Ubicó<br />
y describió la “brecha de la<br />
empatía”, espacio donde el<br />
individuo podía silenciar la<br />
señal empática, creando un<br />
silencio racional que, en las<br />
circunstancias adecuadas,<br />
provoca el apagón sensible<br />
que oscurece nuestro sistema<br />
de pensamiento, independientemente<br />
del nivel<br />
cultural o empático percibido.<br />
Morgado Bernal (2015),<br />
reescribió el circuito cerebral<br />
del odio, vinculado a<br />
la agresividad y al comportamiento<br />
violento, anclado<br />
en remotas estructuras cerebrales<br />
(giro frontal medio,<br />
núcleo del putamen derecho,<br />
córtex premotor y la<br />
ínsula), la mayoría de ellas<br />
situadas en “el cerebro antiguo”.<br />
Pero llegar a la deshumanización,<br />
todavía más compleja<br />
y explosiva, implica un<br />
escarpado peldaño: porque,<br />
además de odiar, el individuo<br />
lo hace saber, fríamente,<br />
al odiado. Utilizando la<br />
vía racional y sin intervención<br />
de ningún proceso impulsivo.<br />
Sobre puente común, el<br />
odio va precedido del insulto<br />
y la devaluación de la víctima.<br />
A diferencia de la rabia,<br />
el peligro y el miedo,<br />
las fuentes del odio están<br />
conectadas a un patrón totalmente<br />
distinto. Mientras<br />
que la felicidad, la tristeza y<br />
el arrepentimiento, dentro<br />
del cerebro, toman caminos<br />
diferentes y resultan más<br />
fácilmente identificables,<br />
estables y predecibles. La<br />
peor conclusión, para más<br />
inri, retumba al comprobar<br />
que los agresores no suelen<br />
perder el juicio, sino que,<br />
todo lo contrario, actúan<br />
muy conscientes de sus pasos,<br />
con indicaciones claras<br />
hacia el sujeto desdeñado.<br />
En larva, crisálida o embrión,<br />
la gestación acaracolada<br />
del odio anida un sentimiento<br />
ceñudo, tribal y<br />
enrollado en la pasión. En<br />
tiempos de incertidumbre,<br />
los fantasmas del pasado<br />
retornan con crudeza y vulgar<br />
revelación. Procurando<br />
estabilidad y coherencia,<br />
mantienen la soberbia<br />
a flote junto al error. Absur-<br />
“SOBRE PUENTE<br />
COMÚN, EL ODIO<br />
VA PRECEDIDO<br />
DEL INSULTO Y LA<br />
DEVALUACIÓN DE LA<br />
VÍCTIMA”.<br />
Cruz-- es el daño que genera<br />
y no en nombre de qué lo hace.<br />
Esgrimir la libertad para<br />
ensuciar la dignidad del otro<br />
es el apagón primitivo de la<br />
razón.<br />
Ortega y Gasset llamó<br />
“adanismo”, a la osadía vicaria<br />
(tan despampanante<br />
hoy) de aquellos que, por<br />
su “enfermedad inmadura”,<br />
reniegan de todo y se<br />
autoproclaman pioneros<br />
de novedosas epopeyas,<br />
existentes únicamente en<br />
su paraíso mental. La Red,<br />
que de tantas virtudes goza,<br />
también es medio y<br />
cultivo especializado para<br />
quienes enervan la polarización<br />
y el totalitarismo<br />
ideológico.<br />
Usuarios de la falacia ad<br />
novitatem, en busca de validación<br />
social, abrazan el<br />
argumento supuesto de que<br />
su idea es correcta o superior<br />
por ser más reciente o<br />
novedosa. Obvian que la<br />
veracidad de un hecho descansa,<br />
hasta prueba en contrario,<br />
en la evidencia que<br />
lo sustenta. Apuestan y juegan<br />
la vida y la honra en un<br />
mundo (virtual) donde ni<br />
siquiera ya la realidad misma<br />
es un referente inequívoco.<br />
Donde casi todo está<br />
cuestionado, sacudido, conmocionado.<br />
Como toda cobardía, el<br />
odio encarna la mímesis de<br />
un pasado espantoso y desmemoriado.<br />
De las consecuencias<br />
más deplorables<br />
del empobrecimiento mental<br />
y del declive reflexivo de<br />
la conciencia humana.