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Aportes Nº 5 - Carta - CELADIC

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A pesar de tantas formas de progreso, el ser<br />

humano es el mismo de siempre: una libertad<br />

tensa entre el bien y el mal, entre vida y muerte.<br />

Es precisamente en su intimidad, en su corazón<br />

donde siempre necesita ser salvado. Cristo no<br />

nos salva de nuestra humanidad, sino a través<br />

de ella.<br />

Benedicto XVI<br />

fenómeno de la creciente pobreza. Por desgracia, los<br />

pobres lejos de disminuir, se multiplican no sólo en<br />

los países menos desarrollados, sino también en los<br />

más desarrollados, lo cual resulta no menos<br />

escandaloso» (44).<br />

En el año 2005, y en función de presentar en varios<br />

encuentros una visión de la realidad social<br />

latinoamericana, y más concretamente en el 2do.<br />

Congreso Latinoamericano de la Doctrina Social de la<br />

Iglesia (45), realizamos un análisis sobre el nivel<br />

dirigencial político-gubernamental en la región. En un<br />

período que abarcó 5 décadas (1954-2004), analizados<br />

los 20 países más importante de Latinoamérica,<br />

constatamos que el 86,5% de los Presidente y Ministros<br />

de nuestras repúblicas se autoproclamaron cristianos<br />

y/o egresados de Centros de Estudios Superiores<br />

definidos como católicos o cristianos.<br />

De esta constatación surgen interrogantes de fondo<br />

sobre el tema que, no pueden obviarse sin el riesgo<br />

de caer en omisión o complicidad: ¿Cómo se puede<br />

explicar, desde una visión cristiana, que en el mismo<br />

período haya aumentado en forma sistemática el<br />

desempleo, la pobreza, la miseria y la marginalidad<br />

social, productos de modelos de desarrollo contrarios<br />

a los principios que animan la Doctrina Social de la<br />

Iglesia? ¿Con qué dimensión conceptual y compromiso<br />

egresan de las Universidades Católicas los futuros<br />

dirigentes de nuestras naciones? ¿Cuál es el grado de<br />

responsabilidad de los Episcopados, Comunidades<br />

Eclesiales, Movimientos Laicales, sobre este tema, y<br />

cual el nivel de propuesta para superarlo?<br />

No se puede tener la indispensable fuerza moral para<br />

criticar a los inventores y promotores de modelos de<br />

desarrollo contradictorios con nuestra visión y<br />

(45) 2do. Congreso Latinoamericano de Doctrina Social de la Iglesia – México, Septiembre 2006.<br />

(46) SRS.Nr.31.<br />

(47) SRS.Nr.32.<br />

Sección Temática<br />

compromiso cristiano, cuando no hemos asumido<br />

esta problemática desde el interior mismo de la Iglesia<br />

Latinoamericana.<br />

En muchos sectores, no necesariamente con<br />

intenciones aviezas, aparece la pregunta: ¿Y porqué<br />

la Iglesia se preocupa de lo político, lo económico y<br />

lo social? ¿No es esa la parte del «césar» de la cual<br />

citan los Evangelios? ¿Porqué el riesgo de<br />

equivocarse en temas donde no existe experiencia?<br />

¿No deberían los Obispos dedicarse a la dimensión<br />

espiritual y dejar el resto a las instituciones, a la<br />

realidad de la vida? ¿Porqué en la 5ta. Conferencia<br />

General del Episcopado se deben asumir estos temas<br />

e integrarlos en una visión profunda de la realidad<br />

latinoamericana?<br />

Juan Pablo II lo responde en forma terminante: …»un<br />

día, cando este ser corruptible se revista de<br />

incorruptibilidad y este ser mortal se revista de<br />

inmortalidad (1.Cor.15,54), cuando el Señor entregue<br />

a Dios Padre el Reino (Ibid.15,24), todas las obras y<br />

acciones, dignas del hombre, serán rescatadas.<br />

Además esta concepción de la fe explica claramente<br />

porqué la Iglesia se preocupa de la problemática del<br />

desarrollo, lo considera un deber de su ministerio<br />

pastoral, y ayuda a todos a reflexionar sobre la<br />

naturaleza y las características del auténtico desarrollo<br />

humano. Al hacerlo, desea por una parte, servir al<br />

plan divino que ordena todas las cosas hacia la<br />

plenitud que reside en Cristo (Cf.Col.1,19) y que El<br />

comunicó a su Cuerpo, y por otra, responde a la<br />

vocación fundamental de Sacramento; o sea, signo e<br />

instrumento de la intima unión con Dios y de la unidad<br />

de todo el género humano» (46).<br />

Y para que no quede duda alguna, reafirma que «la<br />

obligación de empeñarse por el desarrollo de los<br />

pueblos no es un deber solamente individual, ni<br />

mucho menos individualista, como si se pudiera<br />

conseguir con los esfuerzos aislados de cada uno.<br />

Es un imperativo para todos y cada uno de los<br />

hombres y mujeres, para las sociedades y las<br />

naciones, en particular para la Iglesia Católica, y para<br />

las otras Iglesias y Comunidades Eclesiales, con las<br />

que estamos plenamente dispuestos a colaborar en<br />

este campo» (47).<br />

aportes<br />

21

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