Aportes Nº 5 - Carta - CELADIC
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Sección Temática<br />
interpretado, «traza» de lo divino en la contingencia,<br />
la falibilidad y la derelicción humanas.<br />
La segunda precisión se refiere a la relación de la<br />
fe cristiana con la cultura. Relación ineludible,<br />
aunque compleja y no exenta de vaivenes y altibajos,<br />
y que ha acompañado a la primera desde su origen<br />
mismo. Relación comprendida, eclesialmente, como<br />
regida por un movimiento «analéctico» de: encarnación<br />
como condición histórica, discernimiento como<br />
requerimiento de fidelidad lúcida y servicio<br />
responsable, trans-figuración como oferta de plenitud<br />
y esperanza de consoladora superación, por don y<br />
perdón, de la finitud y el «mal radical». Así expresada<br />
y siempre bajo el formato de «nova et vetera», la relación<br />
asume su complejidad y conflictividad, más que como<br />
limitación, parálisis o anti-testimonio, como motivo de<br />
humanización por el encuentro diáfano, orientado hacia y<br />
por los problemas concretos y agudos de una misma<br />
humanidad; por el diálogo «parcializado» por sus<br />
respectivos valores como expresión de una común<br />
voluntad dignificadora de lo humano. Es desde ahí, entre<br />
otros elementos, que hay que acercarse, con sentido<br />
histórico, a la elucidación y propuesta novedosas de<br />
expresiones y programas como los de cultura(s)<br />
cristiana(s), filosofía(s) cristiana(s), nuevo humanismo<br />
cristiano, para evitar tanto anacronismos vacíos como<br />
repeticiones descontextualizadas.<br />
ALGUNOS EJES DE CONSIDERACIÓN<br />
1. TRASFONDO<br />
En una doble y breve caracterización del trasfondo<br />
general y latinoamericano diré, esquemáticamente, que<br />
él está referido, en primer término, a la realidad<br />
histórico-cultural, de lo que algunos han llamado la<br />
primera y segunda Modernidad y, en el caso de<br />
la última, de su relación dialéctica con la denominada<br />
Post-Modernidad. Por primera Modernidad se suele<br />
entender el advenimiento de la cuestión del «logos»,<br />
de la razón, a partir de los siglos VI, V y IV a.C, en<br />
Grecia y más específicamente en Atenas, con diversas<br />
expresiones y representantes, pero bajo la égida<br />
definitiva de Platón y Aristóteles. El encuentro –<br />
ambivalente y hasta ambiguo - de ese movimiento,<br />
centrado en la «teoría» como contemplación de la<br />
verdad de la Idea como expresión de la suprema<br />
realidad, y en la dialéctica «areté»(excelencia o virtud<br />
en libertad) y «sofía» (universalidad de la razón), con<br />
la «confesión de fe» inaudita y con la «locura del<br />
amor» cristiano, no sólo se va a prolongar hasta los<br />
albores de la Edad moderna, sino que va a gestar la<br />
24 aportes<br />
primera civilización, potencialmente universal, de la<br />
historia. La segunda Modernidad, para muchos la<br />
que lleva ese título con pertinencia, cubre, desde<br />
Descartes e insignes científicos simbolizados por<br />
Galileo, pasando por Kant y Hegel, y en la reflexión<br />
política por Hobbes, Rousseau y Marx, va a poner<br />
en el centro de la realidad y de la cultura, al sujeto<br />
concebido como razón (cogito), a la historia con su<br />
ideal de «progreso» sin término, y a la praxis humana<br />
como transformación material, regulable por la ley y<br />
con pretensión de auto-creación y finalidad<br />
inmanentistas. Todo ello con la consiguiente<br />
secularización extrema, via un anti-teísmo militante<br />
o un ateísmo «soberano» frente a un Dios cristiano<br />
supuestamente reducido al silencio, por<br />
insignificancia, actividad in-eficaz o sensibilidad<br />
sospechosa e intimista. Como crítica, antítesis y<br />
propuesta de superación alternativa a la Modernidad,<br />
- en buena medida por las contradicciones de la<br />
«cuestión social», de la barbarie ligada a las guerras,<br />
a las ideologías totalitarias y al proceso de<br />
descolonización - surge la Post-Modernidad, realidad<br />
diversa, en buena medida «reactiva», aunque con<br />
pretensiones también de captar «el espíritu del<br />
tiempo» y ser su tematización adecuada, pero por la<br />
renuncia a la conceptualización definida, a las<br />
referencias universales, a la consistencia valorativa,<br />
a la trascendencia del espíritu y de sus obras. Todo<br />
ello, con real pertinencia a ratos o con imprecisión y<br />
descalificación más moralizante que<br />
epistemológicamente válida, se conoce con los<br />
nombres de relativismo cognoscitivo, eclecticismo<br />
ético y nihilismo antropológico, teológico o metafísico.<br />
Otro trasfondo de primer orden de la realidad cultural<br />
es el fenómeno, procedente de la triple esfera de las<br />
finanzas, la ciencia-técnica y la comunicación y el<br />
transporte, de la globalización o mundialización,<br />
así llamada según los diversos contextos lingüísticos<br />
y que en una muy breve y sencilla caracterización<br />
habla del incremento exponencial – por el imperio<br />
de la ciencia y la tecnología - del número, diversidad<br />
y alcance de las interrelaciones materiales,<br />
institucionales, informativas y personales, reduciendo<br />
distancias e intervalos de tiempo, generando una<br />
conciencia de inmenso poderío de conocimiento y<br />
acción, pero también de «objetivación» de personas,<br />
«alienación» del trabajo, injusticia estructural,<br />
concentración de poder en pocas manos corporativas<br />
y «tentaculares», desidentificación de comunidades,<br />
cosmopolitismo disolvente. De este modo, se<br />
modifican parámetros vigentes hasta épocas recientes<br />
en lo tocante a intereses, costumbres, convicciones,<br />
opciones, esperanzas, ensoñaciones y hasta