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Aportes Nº 5 - Carta - CELADIC

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26<br />

Sección Temática<br />

insolidaridades, y autoritarismos o dictaduras. Una<br />

mención aparte merecen los señalamientos realistas<br />

acerca de ciertas carencias en lo religioso, pese a su<br />

persistencia en lo cultural popular y su revitalización<br />

en ciertos sectores, y un mayor y mejor compromiso,<br />

en comparación con cierto pasado aún reciente, de<br />

los laicos y del laicado en la problemática social.<br />

2.3. ANTE «SILENCIOS ELOCUENTES»…<br />

2.3.1. En el plano técnico-instrumental tiene dos<br />

vertientes: una más teórica, que, en el proceso<br />

científico-tecnológico, destaca, con razón, pero sólo<br />

él prácticamente, el momento epistemológico de<br />

«revelación» de verdad y de utilidad humanitaria,<br />

pero sin mencionar los relativos a la participación en<br />

la decisión de origen (ej. definición de objetivos de<br />

desarrollo, inversión de recursos) como<br />

responsabilidad ética en el bien común, y al control<br />

democrático de la gestión en función de proyectos<br />

de orden macro, p. ej. de integración regional. La<br />

segunda vertiente, más práctica, tiene que ver con la<br />

descripción de esos procesos en forma más bien<br />

genérica, con ausencia de los requerimientos<br />

histórico-culturales y socio-políticos más específicos<br />

de nuestras comunidades y pueblos, esencialmente<br />

mestizos, ancestralmente preteridos y con muy<br />

diferentes niveles de desarrollo educacional, más o<br />

menos aptos para una «asimilación creativa»;<br />

procesos que, de otro modo, pueden y de hecho<br />

resultan «ajenos».<br />

2.3.2. En cuanto a la cuestión institucional, en la<br />

vertiente relativa a la vigencia del derecho, no hay<br />

mención específica y pareciera limitarse a su aspecto<br />

formal de prescripción de deberes y reconocimiento<br />

de derechos, así como a su aplicación justiciera,<br />

pero apenas a su función educadora. Con respecto<br />

a la vertiente política, y ante la crisis de vigencia de<br />

la democracia en nuestros países, apenas se<br />

reconoce la «paradoja del poder» (Ricoeur) como<br />

expresión de racionalidad y tentación de dominio, y<br />

la dialéctica entre libertad e institución, como elemento<br />

central de revaloración de la conciencia cívica en<br />

tanto que responsabilidad por lo público y<br />

rehabilitación de la función política en su positividad,<br />

expresión de lo que Max Weber denominó «ética de<br />

la responsabilidad» ante la «ética de la convicción».<br />

2.3.3. En el plano de lo ético-mítico, se echan de<br />

menos, por lo pronto, tres aspectos de particular<br />

significación hoy y de cara al futuro. El primero tiene<br />

que ver con la pertinencia y consecuencias de<br />

aportes<br />

caracterizar la cultura global como dialéctica entre lo<br />

natural y lo artificial (este último desdoblado, a su<br />

vez, en «producción» tangible o «virtual») con<br />

predominio creciente de lo segundo, con sus<br />

implicaciones de «desestructuración y desrealización»<br />

y sus efectos sobre la conciencia de arraigo,<br />

pertenencia e identidad de los sujetos, únicos actores<br />

reales. El segundo, la falta de explicitación de las<br />

características, positivas y negativas, del predominio<br />

de la primera civilización universal, de origen grecoromano-cristiano,<br />

definida como «cultura de la razón»,<br />

predominantemente entendida como limitada a su mera<br />

dimensión funcional, pragmática, sin referencia al<br />

universo de fines éticos ni a la destinación trascendente<br />

objetiva – a asumir subjetivamente como opción libre<br />

– de índole metafísica, es decir, de pretensión y<br />

exigencia ab-solutas. El tercero se refiere a la<br />

dimensión comunicacional y a los requerimientos de<br />

los diversos lenguajes en el seno de los grandes y<br />

profundos cambios culturales. Una mención especial<br />

– que en una perspectiva específica sería teológica -<br />

en clave más bien filosófica: apenas se profundiza en<br />

las raíces metafísicas de la ampliamente mencionada<br />

«crisis de fe» (vía, p. ej. el agnosticismo, el hedonismo,<br />

el consumismo, la indiferencia) cuando es autocomprensión<br />

cristiana clásica que la presencia y<br />

vigencia de la fe en las distintas esferas de la realidad<br />

humana se da por su relación con la «totalidad» de<br />

dicha realidad bajo los aspectos de sentido y valor.<br />

UN PAR DE REFLEXIONES<br />

La realidad de lo anterior provoca no pocos<br />

cuestionamientos y sugiere algunas profundizaciones,<br />

a título ejemplar, y siempre de manera más evocativa<br />

que desarrollada.<br />

Lo primero se refiere a la subjetividad. A primera<br />

vista, ésta remite a su papel central en la Modernidad<br />

ilustrada, de neta vocación intelectual-racionalista,<br />

individual y desligada de su enraizamiento en la realidad<br />

antropológica integral, que dice referencia esencial a<br />

lo corporal, no sólo en su materialidad, sino más bien<br />

en su dimensión significativa, expresiva, focalizada<br />

paradigmáticamente en la problemática del lenguaje.<br />

Hoy en día, la creciente demanda de una «vuelta a la<br />

subjetividad» frente a la funcionalidad tecnológica y a<br />

la objetividad estructural de diversa índole, no debe<br />

entenderse como reedición de personalidades sin<br />

vínculos de pertenencia ni opciones de encuentro<br />

respetuoso y solidario con la «alteridad», en forma de<br />

un individualismo autárquico, egoísta, auto-suficiente.<br />

Tampoco como simple antídoto o re-acción a tendencias

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