Aportes Nº 5 - Carta - CELADIC
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Pero un aporte sustantivo a las reflexiones de la Va.<br />
Conferencia, lo encontramos en las siguientes<br />
consideraciones:<br />
«A la luz de la doctrina social de la Iglesia se aprecia<br />
también, más claramente, la gravedad de los pecados<br />
sociales que claman al cielo, porque generan violencia,<br />
rompen la paz y la armonía entre las comunidades de una<br />
misma nación, entre las naciones y entre las diversas<br />
partes del Continente. Entre estos pecados se deben<br />
recordar, el comercio de drogas, el lavado de las ganancias<br />
ilícitas, la corrupción en cualquier ambiente, el terror de<br />
la violencia, el armamentismo, la discriminación racial,<br />
las desigualdades entre los grupos sociales, la irrazonable<br />
destrucción de la naturaleza. Estos pecados manifiestan<br />
una profunda crisis debido a la pérdida del sentido de<br />
Dios y a la ausencia de los principios morales que deben<br />
regir la vida de todo hombre. Sin una referencia moral se<br />
cae en un afán ilimitado de riqueza y de poder, que ofusca<br />
toda visión evangélica de la realidad social. No pocas<br />
veces, esto provoca que algunas instancias públicas se<br />
despreocupen de la situación social. Cada vez más, en<br />
muchos países americanos impera un sistema conocido<br />
como « neoliberalismo »; sistema que haciendo referencia<br />
a una concepción economicista del hombre, considera<br />
las ganancias y las leyes del mercado como parámetros<br />
absolutos en detrimento de la dignidad y del respeto de<br />
las personas y los pueblos. Dicho sistema se ha convertido,<br />
a veces, en una justificación ideológica de algunas actitudes<br />
y modos de obrar en el campo social y político, que causan<br />
la marginación de los más débiles. De hecho, los pobres<br />
son cada vez más numerosos, víctimas de determinadas<br />
políticas y de estructuras frecuentemente injustas. La mejor<br />
respuesta, desde el Evangelio, a esta dramática situación<br />
es la promoción de la solidaridad y de la paz, que hagan<br />
efectivamente realidad la justicia. Para esto se ha de alentar<br />
a aquellos que son ejemplo de honradez en la<br />
administración del erario público y de la justicia. Igualmente<br />
se ha de apoyar el proceso de democratización que está<br />
en marcha en América, ya que en un sistema democrático<br />
son mayores las posibilidades de control que permiten<br />
evitar los abusos.<br />
El Estado de Derecho es la condición necesaria para<br />
establecer una verdadera democracia. Para que ésta se<br />
pueda desarrollar, se precisa la educación cívica así como<br />
la promoción del orden público y de la paz en la convivencia<br />
civil. En efecto, no hay una democracia verdadera y estable<br />
sin justicia social. Para esto es necesario que la Iglesia<br />
preste mayor atención a la formación de la conciencia,<br />
prepare dirigentes sociales para la vida publica en todos<br />
los niveles, promueva la educación ética, la observancia<br />
Sección Temática<br />
de la ley y de los derechos humanos y emplee un<br />
mayor esfuerzo en la formación ética de la clase<br />
política».(EA-56).<br />
Además de reiterar una vez más que la «dignidad de<br />
la persona humana» es el fundamento sobre el cual<br />
se basan todos los derechos, la EA asume una especial<br />
comprensión y compromiso hacia su opción<br />
preferencial: «La Iglesia en América debe encarnar<br />
en sus iniciativas pastorales la solidaridad de la Iglesia<br />
universal hacia los pobres y marginados de todo<br />
género. Su actitud debe incluir la asistencia, promoción,<br />
liberación y aceptación fraterna. La Iglesia pretende<br />
que no haya en absoluto marginados. El recuerdo de<br />
los capítulos oscuros de la historia de América<br />
relativos a la existencia de la esclavitud y de otras<br />
situaciones de discriminación social, ha de suscitar<br />
un sincero deseo de conversión que lleve a la<br />
reconciliación y a la comunión. La atención a los<br />
más necesitados surge de la opción de amar de<br />
manera preferencial a los pobres. Se trata de un amor<br />
que no es exclusivo y no puede ser pues interpretado<br />
como signo de particularismo o de sectarismo;<br />
amando a los pobres el cristiano imita las actitudes<br />
del Señor, que en su vida terrena se dedicó con<br />
sentimientos de compasión a las necesidades de las<br />
personas espiritual y materialmente indigentes.<br />
La actividad de la Iglesia en favor de los pobres en<br />
todas las partes del Continente es importante; no<br />
obstante hay que seguir trabajando para que esta<br />
línea de acción pastoral sea cada vez más un camino<br />
para el encuentro con Cristo, el cual, siendo rico, por<br />
nosotros se hizo pobre a fin de enriquecernos con<br />
su pobreza (cf. 2 Co 8, 9). Se debe intensificar y<br />
ampliar cuanto se hace ya en este campo, intentando<br />
llegar al mayor número posible de pobres. La Sagrada<br />
Escritura nos recuerda que Dios escucha el clamor<br />
de los pobres (cf. Sal 34 [33],7) y la Iglesia ha de<br />
estar atenta al clamor de los más necesitados».<br />
Escuchando su voz, « la Iglesia debe vivir con los<br />
pobres y participar de sus dolores. [...] Debe finalmente<br />
testificar por su estilo de vida que sus prioridades,<br />
sus palabras y sus acciones, y ella misma está en<br />
comunión y solidaridad con ellos».(EA-58).<br />
aportes<br />
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