Aportes Nº 5 - Carta - CELADIC
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Editorial<br />
sido vivida con la radicalidad, inteligencia y fuerza<br />
de conversión y transformación en el seno de<br />
nuestros pueblos»(2).<br />
Latinoamérica, «continente de la esperanza», pero<br />
dolorosamente .<br />
también el «continente de la<br />
injusticia», en el hoy y proféticamente, necesita una<br />
interpretación y una respuesta. No una nueva lectura,<br />
ni siquiera intentar visualizar los viejos «rostros»<br />
plagados de sufridas arrugas, ni los nuevos «rostros»<br />
que esperan una «promesa» tan alejada de los<br />
momentos electorales y tan cerca de su profundo<br />
sentido profético.<br />
El Magisterio Social de la Iglesia, en especial con<br />
Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI, nos han<br />
regalado una riqueza de orientación tan importante<br />
que, para los latinoamericanos, no puede quedarse<br />
estática en el tiempo y menos en nuestras bibliotecas.<br />
Compartimos las preocupación de S. E. Oscar Andrés<br />
Cardenal Rodríguez Maradiaga, cuando afirma que<br />
«… la «Populorum Progressio» ha sido el documento<br />
más elogiado, mas vapuleado y frente al cual se ha<br />
debido reconocer que está plagado de<br />
«incomodidades» para quienes dirigen el mundo, y<br />
para quienes dirigidos por aquellos, nunca fueron<br />
capaces de tomar posición frente a este mensaje<br />
que anticipaba toda la «problemática» de un mundo<br />
como el de hoy falsamente globalizado»(3).<br />
Si desde el «continente de la injusticia» tenemos en<br />
cuenta las nuevas y más determinantes agresiones<br />
contra la persona, nuestra cultura y especialmente<br />
nuestro futuro, no tenemos duda que los participantes<br />
de la Va. Conferencia no podrán quedar atrás de<br />
Medellín y de Puebla, como tampoco de la<br />
«Populorum Progressio», la «Sollicitudo Rei<br />
Sociales», y en general, de todo el Magisterio Social<br />
de la Iglesia.<br />
Y no se trata, a nuestro modesto entender, de<br />
radicalizar o ideologizar la terminología, sino de algo<br />
más profundo, tal como lo expresa nuestro querido<br />
Nazario Vivero: «asumo igualmente como pertinente,<br />
2 aportes<br />
sin mayor esclarecimiento, la mención de «cambio<br />
de época» como algo más y diferente a un juego de<br />
palabras, frente a la referencia a una «época de<br />
cambios».<br />
Es decir, que antes y más allá de toda tentación<br />
posible de usar la expresión en un sentido más ligado<br />
a una moda de búsqueda de originalidad que a la<br />
pertinencia de una significación aguda, profunda,<br />
«radical», el uso o aceptación de la expresión remite<br />
a la posibilidad de una real «novedad» a través de la<br />
dialéctica entre acontecimiento y proceso. Dialéctica<br />
que reclama la reformulación, en términos<br />
ontológicos, éticos y teológicos, de la creaturalidad<br />
y colaboración humanas, bajo la forma adulta de la<br />
búsqueda cultural de la verdad, la bondad y la belleza,<br />
en el plan de Dios. Novedad intrínseca al ejercicio<br />
de la libertad y característica radical de la historia de<br />
la salvación cristiana, si bien su caracterización<br />
histórica no ha estado exenta de ambigüedad, y su<br />
interpretación eclesial, de apresuramientos y hasta<br />
«cegueras», más «ideológicos» que creyentes, ante<br />
el «he aquí que todo lo hago nuevo» como expresión<br />
de liberación y redención»(4).<br />
O el peligro, como dice un buen amigo: «cuando<br />
estamos encontrando las respuestas, nos cambian<br />
las preguntas», y muchas veces, seguimos detrás<br />
de ellas.<br />
En una contundente expresión de un deber de la<br />
Iglesia no siempre comprendido y asumido a todos<br />
los niveles, Juan Pablo II nos reiteraba «…la<br />
conciencia del deber que tiene la Iglesia, experta en<br />
humanidad, de escrutar los signos de los tiempos y<br />
de interpretarlos a la luz del Evangelio; la conciencia<br />
igualmente profunda de su misión de servicio distinta<br />
de la función del Estado…; la referencia a las<br />
diferencias clamorosas en la situación de las<br />
personas; la confirmación de la enseñanza conciliar,<br />
eco fiel de la secular tradición de la Iglesia respecto<br />
al destino universal de los bienes; el aprecio por la<br />
cultura y la civilización técnica que contribuyen a la<br />
liberación del hombre, sin dejar de reconocer sus<br />
(2) Guzmán Carriquiry – «Algunas Reflexiones y <strong>Aportes</strong>…» (en este número).<br />
(3) S.E.Oscar Andrés Cardenal Rodríguez Maradiaga – «A 40 años de la Populorum Progressio»…(en este número).<br />
(4) Nazario Vivero – «Cultura y Cristianismo» (en este número)