Maristas de Hoy - Otoño 2020

APOYANDO A LOS MARISTAS
por Denise D’Amico, Administradora, Desarrollo Marista
Era septiembre de 1995. Ante mí, en la mesa de la cocina, estaba la sección "Se busca
ayuda" del periódico local. Habiendo dejado a mis hijas pequeñas en la escuela, comencé
a buscar un trabajo de medio tiempo. Mis ojos se posaron en un anuncio que despertó mi
interés: "Secretaria a tiempo parcial, 10-15 horas a la semana, Oficina de Desarrollo Marista,
Casa Marista, Framingham, Massachusetts". No muy lejos de casa, el número correcto de
horas, el desarrollo podría ser interesante, pero ¿quiénes eran los maristas?
Me recibieron con los brazos abiertos en la familia marista y rápidamente me acomodé en mi
papel de secretaria en la recién formada Oficina de Desarrollo. Aprendí con entusiasmo sobre
donantes y prospectos, campañas de capital y archivos de correo. Administraba bases de
datos, generaba informes y correspondencia y crecí y florecí en la pequeña oficina escondida
en el tercer piso de la Casa Marista.
Mientras aprendía sobre todo lo relacionado con el desarrollo, había algo más que comenzaba
a observar y comprender ... algo que iba más allá de las hojas de cálculo y los informes ... algo
que me di cuenta de que estaba en el verdadero corazón y alma de la Oficina de Desarrollo.
Ese algo eran los propios Maristas.
Como orden religiosa con una historia de trabajo en parroquias, escuelas, misiones, casas
de retiro y hogares de ancianos, los maristas han pasado sus vidas tocando las mentes, los
corazones y las almas de aquellos a quienes ministran. Al difundir la fe católica a través de
sus ministerios, cambian vidas y ofrecen esperanza. A través de la educación, los maristas
han formado generaciones de miembros de la sociedad bien educados y llenos de fe y viven
sus vidas a través de la gracia y bajo la guía orante de la Santísima Madre.
Fue entonces cuando comprendí que la Oficina de Desarrollo ES los maristas. Los donantes
que donan lo hacen por quiénes son los maristas. Ya sea educado por los maristas,
conectado a través de las parroquias maristas, o simplemente siendo consciente del
trabajo extraordinario en el que están involucrados los maristas, las donaciones se dan en
agradecimiento y aprecio. Desde un billete de un dólar envuelto en papel de seda hasta un
cheque extraordinariamente grande, aprendí una lección muy valiosa sobre dar desde el
corazón.
Es septiembre de 2020. Continúo con mi trabajo en la Oficina de Desarrollo, ahora escondida
en el Lourdes Center de Boston. Recuerdo con cariño mis primeros días en la Casa Marista
y todos los padres, hermanos y personal marista con los que he tenido el honor de haber
pasado mis días a lo largo de los años. He usado muchos sombreros maristas en diferentes
roles tanto dentro de la Casa de Retiros Maristas como en la Oficina de la Misión, pero hay un
punto débil en mi corazón por la Oficina de Desarrollo, donde comenzó mi viaje marista hace
tantos años.
Sin embargo, este no es un año "normal", ya que se encuentra en medio de una pandemia
mundial. Desde marzo me preocupa el impacto de las donaciones a los maristas a través de
la Oficina de Desarrollo. ¿Seguirían llegando donaciones? ¿Se verían afectados los ministerios
maristas? ¿Qué pasa con los religiosos mayores? Pero quienes siempre han apoyado a
los maristas no los han olvidado. Los ministerios y el alcance, así como el cuidado de los
Religiosos Mayores continúan debido a la fidelidad y generosidad de ustedes, los donantes.
Doy un suspiro de alivio y ofrezco una oración de gratitud.
Personalmente, me gustaría agradecer a todos ustedes que, a lo largo de los años, han
apoyado tanto a la Oficina de Desarrollo. A través de su fe y apoyo a los maristas y sus
ministerios, los maristas pueden continuar haciendo el trabajo lleno de gracia de la Iglesia
bajo el manto protector y amoroso de nuestra Santísima Madre. Continúen guardando a los
maristas en sus corazones y oraciones.
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