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Marco Aurelio - Nueva Acrópolis

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PENSAMIENTOSMARCO AURELIO38. ¿Ha cometido una falta? Para él es el mal. Pero tal vez no la haya cometido.39. O bien todo lo que sucede proviene de un solo origen inteligente, como paraun solo cuerpo, y la parte no debe quejarse de lo que se hace para el todo, o bien no esmás que el efecto de un torbellino de átomos que se dispersan al azar y nada más. ¿Porqué alarmarte? Di a tu guía interno: «has muerto; ya no eres lo que eras; te hasconvertido en una bestia feroz; a pesar de todas las apariencias, te mezclas con lasmanadas y te sacias como un bruto.40. O los dioses no tienen poder alguno, o son todopoderosos. Si no tienenningún poder, ¿para qué dirigirles súplicas? Pero si son todopoderosos, ¿por qué no lesruegas que te concedan el favor de no experimentar ni temor, ni deseo, ni penas, ocurralo que ocurra, en lugar de pedirles que tal cosa suceda o no suceda? Porque, en fin, silos dioses pueden venir en auxilio de los hombres, pueden muy bien concederles estefavor. Pero tal vez dirás: «gracias a los dioses soy dueño de mis sentimientos». Si es así,¿no vale más disponer de lo que de ti depende y conservar tu libertad que atormentartepor lo que está fuera de tu poder y te sujeta a una baja servidumbre? Pero ¿quién te hadicho que los dioses no vienen en nuestra ayuda hasta para aquello que depende denosotros? Empieza, pues, por implorar su socorro especialmente con este objeto y yaverás. He aquí a un hombre que ruega diciendo: «Que yo pueda conseguir que estamujer sea mi amante». Otro dice: «Que yo no tenga necesidad de librarme». Otro: «Queyo no pierda a mi querido hijo». Tú: «Que yo pueda no temer su pérdida». En unapalabra, dirige tus súplicas en ese sentido y verás el resultado.41. Epicuro dice: «Durante mi enfermedad ya no llevaba la conversación a lossufrimientos de mi cuerpo miserable. Con las personas que venían a verme, no teníaeste asunto de conversación, sino que les hablaba de mis meditaciones sobre lascuestiones más importantes en el estudio de la Naturaleza. Me afanaba, sobre todo, enhacerles ver cómo nuestra alma, sin ser insensible a las emociones de la carne, podíaestar exenta de confusión y mantenerse en el goce tranquilo del bien que le es propio.No daba ni aun a los médicos ocasión de tomar ese aire de suficiencia que hace creerque prestan servicios inapreciables; los recibía con serenidad y calma».Toma ejemplo de este filósofo, no solamente durante una enfermedad, si latienes, sino en todo accidente de la vida. Pues hay una obligación común a todas lassectas filosóficas, y es de no separarse jamás de sus principios, por desagradables quesean las circunstancias, de evitar los comentarios frívolos de un vulgar ignorante, maliniciado en el estudio de la Naturaleza, a fin de fijar únicamente su atención sobre loque se hace en el momento presente y sobre el instrumento empleado para hacerlo.42. Cuando alguno te haya ofendido por su descaro, pregúntate inmediatamente:«¿es posible que en el mundo no haya imprudentes? No; eso no es posible». No pidas,pues, lo imposible. Ese hombre es uno de esos imprudentes que necesariamente debetener el mundo. En cuanto al trapacero, al traidor, en una palabra, al culpable, cualquieraque sea, hazte la misma reflexión. Acordándote de que es imposible que no existangentes de esa especie, tendrás más indulgencia para cada uno de ellos. Es también deCortesía de <strong>Nueva</strong> AcrópolisPágina 68 de 90www.nueva-acropolis.es

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