El largo camino a la justicia
Dos Erres: El largo camino a la justicia - Plaza Pública
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PzP / <strong>El</strong> <strong><strong>la</strong>rgo</strong> <strong>camino</strong> a <strong>la</strong> <strong>justicia</strong><br />
13<br />
Un día, en el <strong>camino</strong> a Las Cruces, fue interceptado por<br />
unos soldados, uno de los cuales caminaba descalzo. Le cortaron<br />
el paso y le exigieron que les trajera de inmediato un<br />
par de botas de tal<strong>la</strong> 40 o de lo contrario su familia sufriría<br />
<strong>la</strong>s consecuencias.<br />
<strong>El</strong> joven se fue corriendo al mercado, llegó sin aliento al<br />
puesto de calzado y le explicó al vendedor lo que le habían<br />
exigido. Sin dinero para pagar <strong>la</strong>s botas tuvo que pedir fiado<br />
y se dio a <strong>la</strong> tarea de buscar a los soldados, temiendo lo que<br />
podía acaecerle a sus hijos si no cumplía a tiempo con el<br />
mandado. Preguntando aquí y allá, logró ubicar nuevamente<br />
a los soldados y les entregó <strong>la</strong>s botas. No le dieron ni <strong>la</strong>s<br />
gracias, mucho menos el dinero para pagar<strong>la</strong>s.<br />
Ricardo llevaba diez años viviendo en el parce<strong>la</strong>miento<br />
cuando tuvo que recoger apresuradamente sus pertenencias<br />
y abandonar sus tierras para nunca volver. Una madrugada<br />
de noviembre, en 1982, se encontraba junto al único pozo<br />
del parce<strong>la</strong>miento que contenía agua, ja<strong>la</strong>ndo <strong>la</strong> cuerda para<br />
subir el cubo de agua, cuando vislumbró entre <strong>la</strong> maleza un<br />
grupo de soldados que se avecinaba.<br />
Eran aproximadamente veinte. Uno de ellos, con el rostro<br />
cubierto con un pañuelo negro, se separó del pelotón, lo<br />
agarró del hombro y le advirtió: “Que se salga <strong>la</strong> familia<br />
Martínez lo antes posible porque toda esta gente va a ser<br />
quemada”. Ricardo debía salir cuanto antes con su esposa<br />
e hijos sin decirle nada a nadie si no quería correr <strong>la</strong> misma<br />
suerte que sus desafortunados vecinos.<br />
Por <strong>la</strong> voz, Ricardo identificó que ese militar con el rostro<br />
encubierto era Faustino Castillo. Los padres de Ricardo le<br />
habían prestado dinero y él les devolvía el favor salvándole<br />
<strong>la</strong> vida a su hijo.