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El largo camino a la justicia

Dos Erres: El largo camino a la justicia - Plaza Pública

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68<br />

Louisa Reynolds / PzP<br />

Cruces pero los soldados del destacamento les impidieron <strong>la</strong><br />

entrada. No tuvo más remedio que aceptar lo que le habían<br />

dicho todos: todos sus familiares estaban muertos y ni siquiera<br />

tendría <strong>la</strong> oportunidad de sepultar sus restos.<br />

“Desde <strong>la</strong> muerte de ellos no he regresado porque me trae<br />

recuerdos muy fuertes”, explica <strong>El</strong>via con voz entrecortada.<br />

Hasta los 18 años, <strong>El</strong>via siguió viviendo con su maestra y hoy<br />

trabaja como secretaria en <strong>la</strong> Gobernación departamental<br />

de Petén.<br />

Se casó y tuvo dos hijos, pero hace unos años su esposo fue<br />

asesinado en un incidente del cual prefiere no hab<strong>la</strong>r.<br />

Durante una reunión de Famdegua, hace dos años, Catalino<br />

González se acercó y le presentó a su hijo Esdras. <strong>El</strong>via<br />

escudriñó su rostro moreno y salió a flote el recuerdo de sus<br />

días de escue<strong>la</strong>, antes de <strong>la</strong> masacre, y de un niño molestón,<br />

que tenía <strong>la</strong> costumbre de esconderle <strong>la</strong> bolsa para atraer su<br />

atención.<br />

“Yo pensaba que <strong>El</strong>via era bonita. A esa edad, uno siente<br />

quién le gusta pero tiene mente de niño. Por eso me daba por<br />

molestar<strong>la</strong> y le escondía el bolso y los lápices”, dice Esdras,<br />

esbozando una sonrisa. Ese reencuentro marcó el inicio de <strong>la</strong><br />

re<strong>la</strong>ción entre Esdras y <strong>El</strong>via.<br />

Lesbia sigue desempeñándose como maestra y cada 7 de diciembre<br />

manda a oficiar una misa por aquellos niños cuyos<br />

rostros quedaron p<strong>la</strong>smados para <strong>la</strong> posteridad en <strong>la</strong>s fotografías<br />

que les tomó para el Día de <strong>la</strong>s Madres.<br />

XXX<br />

José León Granados Juárez tenía poco más de veinte años<br />

cuando ingresó a Dos Erres después de <strong>la</strong> masacre y reconoció<br />

a su padre y a su tío entre el amasijo de carne putrefacta<br />

que halló en La Aguada y que los zopilotes devoraban desde<br />

hace días.

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