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Hoy, en el extremo meridional del país, se ha
venido emprendiendo una campaña suicida y
criminal en contra de la maternidad, cuando en
Yucatán elementos oficiales no han vacilado en
lanzarse a una propaganda grotesca, denigrando
la más alta función de la mujer que no sólo consiste
en dar a luz sino en educar a los hijos que forma
su carne, es preciso que la sociedad entera manifieste,
con una fórmula banal si se quiere, pero
profundamente significativa, que no hemos llegado
de ninguna manera a esa aberración que predican
los racionalistas exaltados, sino que, lejos de ello,
sabemos honrar a la mujer que nos dio la vida. 7
El periódico encontró aliados poderosos en instituciones
como la educativa, la Iglesia y el comercio —este último
reprodujo el ideal de la mujer dedicada al hogar en la
oferta de sus productos—; de esta manera, el 10 de
mayo se convirtió en un factor de unidad nacional,
reprimió las campañas del ala progresista del país y de
paso contribuyó a marginar los movimientos socialistas
del sureste que empezaban a estorbar a los gobiernos
posrevolucionarios.
Con todo, las feministas avanzaban en la tarea de
modificar los patrones sociales y culturales que las
limitaban a la esfera privada; comprendieron que para
ello era necesario negociar propuestas, establecer
alianzas con los grupos de poder y aprovechar todos
los foros para hacerse visibles. Mientras las mujeres
luchaban por nuevos espacios de participación, la
prensa continuaba su batalla en favor de la maternidad.
En 1932 Excélsior lanzó la iniciativa de levantar un
monumento en honor a las madres. 8 En 1949, en el
Jardín del Arte, fue inaugurado dicho monumento por
el presidente Miguel Alemán, quedando así el mito
labrado en piedra. Se cerraba una década caracterizada
por un acentuado conservadurismo: los años
cuarenta. A decir de Martha Santillán, este ambiente
coadyuvó a que se ignoraran las demandas que diversas
organizaciones feministas habían tratado de impulsar,
sobre todo durante el cardenismo. 9
El Diario de la Vida Nacional continuó enalteciendo a
las madres mexicanas. En 1941 lanzó un concurso para
premiar a la mujer que tuviera el mayor número de hijos,
al que llamó “la madre prolífica”. 10 El certamen apoyaba
las políticas estatales encaminadas a incrementar la
población y hacía eco de la sociedad conservadora
imperante que veía en la liberación femenina una
amenaza al orden familiar y por ende un peligro para
la sociedad en general. De esta forma se perpetuaba
el ideal de mujer dedicada al hogar y a la crianza de los
hijos.
7
Excélsior, 13/abril/1922, en íbid., p. 9.
8 Martha Acevedo, op. cit., p. 46.
9
Martha Santillán, “El discurso tradicionalista sobre la maternidad: Excélsior y las madres prolíficas durante el avilacamachismo”, Secuencia.
Revista de historia y ciencias sociales, núm. 77, mayo-agosto 2010, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, p. 92.
10
Para un mayor acercamiento al tema véase Martha Santillán, op. cit., pp. 90-110.