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La Buena Vida - AGO 2015

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CIENCIA Y TECNOLOGÍA<br />

¿QUÉ DESPIERTA LA GULA?<br />

Descubren la hormona culpable<br />

Y es que los investigadores han<br />

descubierto que la activación de la<br />

GLP-1 en el sistema de recompensa<br />

obstaculizó la comunicación<br />

entre las neuronas que controlan<br />

los comportamientos guiados por<br />

el placer, que incluyen a la comida.<br />

Como resultado, los ratones<br />

consumieron menos alimentos y,<br />

además, perdieron su preferencia<br />

por los alimentos altos en grasa.<br />

Grasa corporal y estrés<br />

cerebro controla el estrés y el<br />

metabolismo. Los glucocortidoides,<br />

como el cortisol (la hormona<br />

del estrés) tienen efecto contrario a<br />

la inslulina, liberando glucosa para<br />

poner en marcha la repuesta de<br />

lucha. Estas señales pueden ser un<br />

“salvavidas”, que llevan al cerebro<br />

a regular el balance energético y<br />

que influyen en las respuestas al<br />

estrés de manera beneficiosa. Esa<br />

respuesta a corto plazo es adaptativa<br />

y ayuda a lidiar con el estrés.<br />

Aunque no tengamos<br />

hambre, a veces sentimos<br />

ganas comer algo, un trozo<br />

de chocolate o alguna otra<br />

cosa que nos guste. Quizás<br />

no es gula, sino la falta de<br />

una hormona en el cerebro<br />

la que nos hace caer en esa<br />

tentación.<br />

Eso es lo que sostiene<br />

un trabajo publicado<br />

en “Cell Reports”, que<br />

propone a la hormona<br />

GPL-1 (el péptido 1 similar al<br />

glucagón) como la responsable<br />

de que comamos de más. Esta<br />

hormona que se produce en el<br />

intestino interviene en el control de<br />

los niveles de glucosa y se relaciona<br />

con la tolerancia a la insulina. Y<br />

ahora investigadores de la Universidad<br />

de Rutgers han descubierto<br />

que cuando escasea en el cerebro<br />

de ratones de laboratorio, estos<br />

comen de más y eligen alimentos<br />

con alto contenido en grasa.<br />

“Los ratones en los que se<br />

indujo una deficiencia de GLP-1 se<br />

alimentaron más de lo esperado<br />

por sus necesidades calóricas<br />

y mostraron un aumento de su<br />

preferencia por alimentos con<br />

altos contenidos en grasa”, explica<br />

Vicente Mirabella, coautor del estudio.<br />

“Por el contrario, cuando mejoramos<br />

la señalización de GLP-1<br />

en el cerebro de los roedores,<br />

logramos bloquear la preferencia<br />

por alimentos que tienen alto<br />

contenido de grasa”.<br />

Los péptidos GLP-1 son pequeñas<br />

secuencias de aminoácidos<br />

que tienen muchas funciones, incluyendo<br />

la forma en que el organismo<br />

regula los comportamientos<br />

alimentarios. Se producen en las<br />

células del intestino delgado y<br />

también en el cerebro. Se cree que<br />

avisan de que estamos satisfechos<br />

y debemos dejar de comer.<br />

No está claro cómo contribuye<br />

esta hormona a la regulación<br />

del apetito, ni por qué comemos<br />

por puro placer, en ausencia de<br />

hambre. Y aunque el GPL-1 no es<br />

el único motivo por el que las personas<br />

comen en exceso, el estudio<br />

proporciona nuevas pruebas de<br />

que las neuronas productoras de<br />

dopamina recompensa del cerebro<br />

podrían ser un buen blanco farmacológico<br />

a la hora de controlar la<br />

sobrealimentación y la obesidad<br />

con menos efectos secundarios.<br />

Otro estudio de la Universidad<br />

de Florida publicado en la revista<br />

“Psychoneuroendocrinology” aporta<br />

más datos al control del apetito.<br />

Al parecer, la grasa envía señales<br />

al cerebro que afectan el modo en<br />

que manejamos el estrés. Y explica<br />

por qué el estrés nos lleva a comer<br />

más y favorece el sobrepeso y la<br />

obesidad. Y a la inversa, porque<br />

parece que el exceso de grasa<br />

puede interrumpir la comunicación<br />

con el cerebro e impedir que el<br />

estrés se maneje adecuadamente.<br />

Cómo se comunican el tejido<br />

adiposo y nuestro órgano rector<br />

todavía es un misterio, reconocen<br />

los investigadores. Pero el hallazgo<br />

es importante, porque indica que la<br />

cantidad de tejido adiposo también<br />

influye en cómo responde nuestro<br />

cerebro al estrés, algo que se<br />

desconocía hasta ahora.<br />

“<strong>La</strong> idea de que la grasa habla<br />

con el cerebro para amortiguar<br />

el estrés es algo nuevo”,<br />

resaltan.<br />

El receptor de los glucocorticoides<br />

del tejido adiposo puede<br />

afectar la manera en que el<br />

Los investigadores encontraron<br />

que los glucocorticoides activan<br />

sus receptores en el tejido graso<br />

de una manera que afecta a<br />

un componente principal de la<br />

respuesta al estrés metabólico.<br />

En ratones han visto que hay<br />

una conexión entre la señalización<br />

de glucocorticoides en los<br />

tejidos grasos y la regulación en el<br />

cerebro del balance energético y la<br />

respuesta al estrés.<br />

<strong>La</strong> señalización es crucial para<br />

regular el eje hipotálamo-hipófisis-adrenal,<br />

que desde el cerebro<br />

responde ante el estrés. Por eso<br />

el tejido graso puede afectar las<br />

funciones del sistema nervioso<br />

central que vinculan la obesidad y<br />

las enfermedades metabólicas con<br />

el estrés, dicen los investigadores.<br />

“<strong>La</strong> gran pregunta es la naturaleza<br />

de esa señal que envía la<br />

grasa al cerebro. Tenemos que<br />

aprender a entrar en ese diálogo y<br />

romper el círculo estrés-apetitoaumento<br />

de peso”, señalan los<br />

investigadores. •<br />

Por Pilar Quijada.<br />

Lic. en Ciencias Biológicas y Máster<br />

en Neurociencia por la Universidad<br />

Autónoma de Madrid<br />

34 <strong>La</strong> <strong>Buena</strong> <strong>Vida</strong> Magazine labuenavidamagazine.com labuenavidamagazinev

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