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sus calles, y apenas advertían algún ademán, un gesto<br />

imperceptible. Estaban seguros que pagaban una condena<br />

que aún hoy, no comprenden. Pero les hicieron creer que el<br />

castigo era merecido. Necesitaban el perdón a pesar de no<br />

entender, era como un salvoconducto para continuar<br />

existiendo dentro de la isla. Muchos, sin saber por qué,<br />

intentaron corregirse, demostrar que se equivocaron, y<br />

emprendieron una reforma de su manera de mirar la vida,<br />

su modo de entenderla y luego reflejarla en su arte, otros<br />

definitivamente se apagaron; una gran parte emigró, y los<br />

que no tuvieron la voluntad para limpiar las acusaciones,<br />

con paciencia silenciosa esperaron la muerte.<br />

Se dio o se dieron a conocer los Parametrados. Los delitos<br />

eran muchos: la persona que no participaba, además con<br />

entusiasmo, en las actividades programadas, era catalogada<br />

como “desafecta”, “contrarrevolucionaria”, una palabra con<br />

demasiado peso para ser soportada y sobrevivirla, en<br />

aquella época mucho más que ahora. Ser homosexual era<br />

una herejía que iba contra los preceptos de la Revolución.<br />

Escribir, decir, a veces callar, una palabra en el lugar<br />

equivocado, una llamada telefónica, una carta del<br />

extranjero, eran transgresiones que podían cambiar la vida.<br />

Tener el pelo largo, vestirse diferente, leer un libro o<br />

escuchar música prohibida por la oficialidad, era suficiente<br />

para ser juzgado y sentenciado. Muchos fueron enviados a<br />

los campos de concentración: Unidades Militares de Ayuda<br />

a la Producción (UMAP).<br />

Al final, el tsunami fue contenido y se convirtió en una<br />

tormenta. Al menos los enjuiciados pudieron desahogarse y<br />

se fueron acallando los golpes del viento contra las ventanas<br />

de los funcionarios. Los reclamos de que los directivos de<br />

la televisión se retractaran públicamente por las apariciones<br />

de esos personajes, no fueron escuchados, ni siquiera<br />

acudieron personalmente a dar una explicación. Al final, la<br />

generación de los lastimados en aquel Quinquenio Gris,<br />

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