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A ratos, Claudio y yo les recordábamos a los calaboceros<br />

que teníamos derecho a una llamada telefónica, y ellos nos<br />

respondían que sólo se les tenía permitido darnos comida y<br />

vigilarnos, pero que no había ninguna autorización sobre<br />

otros aspectos, que eso era potestad de la “Seguridad del<br />

Estado”.<br />

Mientras tanto, veíamos cómo se les autorizaba a los<br />

presos comunes llamar por teléfono cuantas veces quisieran.<br />

Como yo había podido pasar a la celda una tarjeta<br />

telefónica, se me ocurrió negociar con aquellos delincuentes<br />

que, si me hacían una llamada, les dejaba usar la tarjeta; y<br />

accedieron. Pero cuando quise que avisaran mi pedido de<br />

tomarle foto a la camisa ensangrentada y ponerla en<br />

internet, se mostraron nerviosos. Entonces hablé con uno<br />

que tenía una fianza de 500 pesos, y su familia no tenía el<br />

dinero. Le dije que hiciera la llamada y que de parte mía<br />

dijera que le entregaran esa cantidad. Al fin accedió.<br />

Después de almuerzo liberaron a Claudio. Mientras<br />

recogía las pertenencias, entre ellas la cámara fotográfica,<br />

intentó tomarme una película asomado en el calabozo<br />

donde yo extendía la mano con los dedos índice y pulgar<br />

erguidos en forma de ele, como símbolo de libertad; pero el<br />

calabocero se percató de lo que pretendía hacer y se<br />

enfureció.<br />

Luego que Claudio se marchó, sentí caer todo el peso de<br />

la soledad sobre mí. Algunos presos comunes me llamaban<br />

desde su celda. Uno de ellos, que conocía desde la niñez, me<br />

dijo que si aceptaba que él me pasara comida escondida. Le<br />

dije que no, que esa trampa me hacía daño a mí, porque<br />

socavaba mi decisión de permanecer en huelga. De todas<br />

formas no entendió. Tampoco sabré nunca si era enviado<br />

por mis captores. Al rato trajeron un detenido por golpear<br />

a la esposa. Apenas hablamos, sospeché que podría ser un<br />

enviado de la “Seguridad del Estado”.<br />

Llamé al calabocero para que me permitiera asearme,<br />

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