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SEIS SOMBREROS PARA PENSAR

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libere productos químicos que activan el interés sexual). Con el tiempo es posible que<br />

comprendamos cómo los productos químicos en el cerebro —y posiblemente en el<br />

torrente sanguíneo en general— afectan de modo intenso el humor y el pensamiento.<br />

También se ha demostrado con precisión que los procesos normales de condicionamiento<br />

pueden alterar respuestas fisiológicas, según lo mostró Pavlov. Se ha entrenado animales<br />

para que les suba o les baje la presión sanguínea en respuesta a signos externos.<br />

Posiblemente, con el tiempo, los seis distintos sombreros para pensar puedan adquirir el<br />

status de señales condicionantes que disparen y pongan en acción un determinado<br />

conjunto de productos químicos en el cerebro y que esto, a su vez, afecte nuestro pensar.<br />

Podemos abordar este asunto desde un punto de vista completamente diverso y obtener<br />

el mismo resultado.<br />

Si consideramos que el cerebro es un sistema de información activo, observamos que su<br />

comportamiento es del todo diferente del de los sistemas de información pasivos que se<br />

utilizan en computadoras y en otras cosas (por ejemplo, en imprenta).<br />

En El Mecanismo de la Mente describí, de modo preliminar, los sistemas activos. Este<br />

libro fue editado en 1969, y los científicos en computación de quinta generación, que han<br />

cambiado de opinión y aceptado que los sistemas activos autoorganizables son<br />

esenciales, recién ahora lo están descubriendo.<br />

Que un sistema es activó significa que la información se organiza por sí misma en<br />

estructuras y pautas en lugar de quedarse pasivamente en una superficie a la espera de<br />

que el procesador externo la organice.<br />

Una bandeja contiene arena. Una bola de acero que cae en la superficie se queda en el<br />

lugar donde cayó. Si arrojamos la bola a través de un cuadrado preciso de una rejilla<br />

permanecerá directamente debajo del cuadrado. Este es un sistema pasivo de<br />

información. La bola queda donde se la dejó.<br />

Otra bandeja contiene una bolsa de goma látex flexible llena con un aceite muy viscoso.<br />

La primera bola que se arroje en la superficie empieza a hundirse de un modo gradual<br />

hasta el fondo, empujando la superficie de la bolsa de goma. Cuando la bola se queda<br />

quieta, hay un contorno en la superficie, una especie de depresión al fondo de la cual<br />

reposa la primera bola. Una segunda bola rueda por este declive hacia abajo y se sitúa<br />

apoyada en la primera. La segunda bola es activa. No se queda donde se la puso, sino<br />

que sigue la gradiente formada por la primera. De hecho, todas las bolas siguientes<br />

rodarán hacia la primera y se formará un amontonamiento. Por lo tanto, aquí tenemos una<br />

sencilla superficie activa que permite que la información entrante (las bolas) se organice<br />

formando un amontonamiento.<br />

Estos ejemplos son muy primitivos, pero sirven para ilustrar la gran diferencia que hay<br />

entre los sistemas pasivos y los activos. Es una lástima que todo nuestro pensamiento se<br />

haya basado en los sistemas pasivos, porque el mundo de los sistemas activos de<br />

información es completamente distinto.<br />

Es posible mostrar cómo las redes nerviosas se comportan como sistemas activos de<br />

información que se organizan a si mismos. Esto es lo que empecé a hacer en El<br />

Mecanismo de la Mente. Y, por cierto, el modo que propuse en ese libro ha sido simulado<br />

ahora en computación y efectivamente funciona de acuerdo con lo predicho.

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