revista 31 - Asociación Cultural Salvadme Reina de Fátima

Admiración, belleza y
reforma de la Iglesia
La Iglesia siempre requiere estar reformándose. Pero, ¿en qué
consiste esa reforma? Tal vez la respuesta pueda sintetizarse en
esta frase del Papa actual: “Necesitamos, no una Iglesia más
humana, sino una Iglesia más divina”.
El libro del Papa Benedicto
XVI que analiza
este candente tema
ha despertado cada
vez mayor interés
en Europa, y no sólo en los reducidos
círculos intelectuales sino también en
el gran público católico, e incluso entre
personas de otras confesiones religiosas.
Pequeña en volumen (60 páginas)
pero rica en contenido, la obra la
componen dos magistrales textos del
entonces Cardenal Ratzinger, cuando
era Prefecto de la Congregación para
la Doctrina de la Fe: “Una sociedad
siempre en reforma”, conferencia
pronunciada en 1990, y “El sentimiento
de las cosas, la contemplación
de la belleza”, mensaje al Meeting de
Rimini en 2002.
Mons. Luigi Negri, obispo de San
Marino-Montefeltro (Italia), que preparó
la edición del libro, seleccionó ambos
temas de forma muy certera, considerándolos
afines y “sustanciales para
comprender el Misterio de la salvación
cristiana”, como afirma en el prefacio.
Descontento hacia la Iglesia
Al comienzo mismo de la conferencia
de 1990, el ahora Pontífice se
refiere al “descontento con relación a
la Iglesia” y se pregunta: ¿por qué esta
Institución les parece importuna
Mons. Luigi Negri, obispo de San
Marino-Montefeltro, seleccionó
ambos temas por considerarlos
afines y “sustanciales para la
comprensión del misterio de la
salvación cristiana”
Jsé Manul Jiménz
desde Roma
a muchas personas, incluyendo a católicos
que pueden figurar entre los
más fieles? “Algunos sufren porque la
Iglesia se adaptó en demasía a los parámetros
del mundo actual; otros están
molestos porque parece demasiado
ajena a este mundo”, constata.
Observa luego que, para la mayoría
de los descontentos, el reparo a
la Iglesia surge por ser ésta una institución
que limita la libertad individual.
Las normas de vida de la Iglesia
les exigen decisiones que “no pueden
tomar sin el dolor de la renuncia”. Se
sienten oprimidos, tanto en su libre
pensamiento como en su libre voluntad,
y por eso se preguntan si la única
reforma verdadera no consistiría en
rechazar todas esas normas.
A este motivo de amargura contra
la Iglesia se suma otro: el hombre,
sujeto a las duras leyes e inexorables
tragedias del mundo actual, espera
poder realizar en ella su sueño
utópico de un mundo mejor. Cuando
ve frustrada esa fantasía, lo domina
una “cólera particularmente amarga”.
Y concluye que es preciso refor-
· Heraldos del Evangelio 3