revista 31 - Asociación Cultural Salvadme Reina de Fátima

Pío XII: “La consecratio
mundi es en esencia una
obra de los propios laicos”
la virginidad y ayudarse mutuamente,
hasta los anacoretas del siglo III; desde
los primeros cenobios hasta la fundación
benedictina, que daría forma a
una Europa cristiana; desde las órdenes
de canónigos regulares, pasando
por las órdenes de caballería, las hospitalarias,
las de redención de cautivos,
las mendicantes, hasta los clérigos
regulares, aparecidos en la época de la
gran crisis que sacudió a la Iglesia en
el siglo XVI; desde, por fin, las congregaciones
clericales y laicas, las sociedades
clericales de vida comunitaria, hasta
los institutos seculares ya en el siglo
XX, todo fue obra del Espíritu.
“El viento sopla donde quiere, y oyes
su voz, pero no sabes de dónde viene ni
a dónde va” (Jn 3, 8), dijo Jesús para
mostrar cómo se comunica el Espíritu
Santo a quien quiere y de los modos
más diferentes. Como acabamos
de ver, fue lo que ocurrió durante 20
siglos en lo concerniente a los cristianos
que se asocian en familias espirituales.
¿Qué se reserva para nuestros
días?
La vocación de la
“consecratio mundi”
Durante mucho tiempo hasta hace
unos 100 años, el concepto de vo-
Pablo VI: “El mundo es un
campo de actividad al que
están llamados los laicos”
cación estaba reservado a expresar la
llamada de Dios al sacerdocio y a la
vida religiosa. A partir del pontificado
de san Pío X (1903-1914), la aparición
y expansión de movimientos
laicales redundó en una ampliación
del concepto, que se aplicó también
a la vida de los laicos. Así lo muestra
Fray Armando Bandera OP, reconocido
teólogo español 1 .
Se empezó a hablar de vocación al
matrimonio, al celibato, a la santidad.
También de vocación como miembro
activo del Cuerpo Místico de Cristo.
Según apunta Fray Armando Bandera,
se vio que Dios puede proveer vocaciones
no específicamente religiosas
para fines de gran alcance.
Un importante paso en este desarrollo
se produjo cuando Pío XII declaró:
“Las relaciones entre la Iglesia y
el mundo exigen la intervención de los
apóstoles laicos. En esencia, la consecratio
mundi es obra de los propios
laicos” 2 .
Todos los Papas posteriores, incluyendo
a Juan Pablo I en su corto pontificado
de 33 días, ocuparon la misma
expresión, explicitándola, extrayendo
sus consecuencias y mostrando
la responsabilidad de los laicos en dicha
consagración, sacralización o santificación
del mundo.
Juan Pablo II: “Puede
hablarse de una nueva era
asociativa de los laicos”
El encargo de edificar y
santificar el orden temporal
Pablo VI tenía particular estima
por el tema. Una vez, explicó que esa
vocación implicaba resistir los males
de nuestro tiempo: “Otra tarea [de
los laicos] fue explicitada por un término
que en los últimos años se ha vuelto
un concepto básico: la consecratio
mundi, la santificación del mundo. El
mundo es un campo de actividades al
que están llamados los laicos. El curso
natural de las cosas en este mundo, dependiente
de miles de factores que ahora
no podemos citar en detalle, empuja
los acontecimientos en una dirección
que los pensadores de hoy, saludándola
o condenándola, llaman ‘secularización’,
‘laicización’ o ‘desacralización’.
[…] El apostolado de los laicos debe
oponerse a esas corrientes” 3 .
El Concilio Vaticano II dedicó varios
textos a la cuestión del apostolado
laico, destacándose la constitución
Apostolicam actuositatem, donde se
les llama a auxiliar la Iglesia y “penetrar
y actuar con el espíritu del Evangelio
en las realidades temporales” (n. 5).
Riqueza de carismas al servicio
de la Iglesia y de los hermanos
Hoy como antes el Espíritu Santo
ha inspirado a los fieles para aso-
· Heraldos del Evangelio 33