garcia, pedro - mi h.. - 10
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Señor Jesucristo, que los hermanos nuestros que viven alejados<br />
porque no han sabido o no han podido vencer las dificultades de la<br />
vida, confíen en ti, que los amas, los esperas y les prestas tu ayuda,<br />
- te lo pedimos, escúchanos.<br />
Señor Jesucristo, ad<strong>mi</strong>te en el banquete gozoso de la Gloria a los<br />
hermanos difuntos que nos dejaron,<br />
- te lo pedimos, escúchanos.<br />
Padre nuestro.<br />
Señor Sacramentado, la estrella de la fe nos guía hacia tu<br />
Sagrario, donde Tú nos esperas, como a los Magos, para adorar y<br />
complacer contigo al Padre y embriagarnos con el vino nuevo de tu<br />
amor. Te ofrendamos cuanto tenemos y somos, como te das Tú a<br />
nosotros con todos tus bienes. Que vives y reinas por los siglos de<br />
los siglos. Amén.<br />
Recuerdo y testimonio...<br />
1. San Francisco de Borja entraba en una iglesia cualquiera, siempre<br />
con los ojos bajos, y, con un instinto certero, sin <strong>mi</strong>rar tan siquiera la lamparita<br />
roja, se dirigía derechamente al Sagrario, donde se encontraba infaliblemente<br />
con Jesús allí presente.<br />
2. El valiente capellán <strong>mi</strong>litar Padre William Doyle estaba en el frente<br />
de Bélgica durante la Primera Guerra Mundial. Enero de 1916. Frío glacial,<br />
con viento y lluvia cerrados al llegar a Bordón. En pleno campo de<br />
operaciones, encuentra una capilla católica, con una lamparita roja dentro,<br />
que se lo dice todo... Sin pedirla, el sacerdote le entrega la llave para que<br />
la use cuando quiera. "Me parece que ahora comprendo lo que sentiría la<br />
Virgen cuando encontró a su Hijo en el templo. Soy feliz, porque tengo a<br />
<strong>mi</strong> Dios y a <strong>mi</strong> todo... Nada del mundo puede ocupar su lugar. La vida me<br />
parece que ha cambiado completamente". Y hablaba de aquella vida horrible<br />
de trincheras en el frente de guerra...<br />
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54. JESÚS, PRESENTADO<br />
Reflexión bíblica. Lectura, o guión para el que dirige<br />
Del Evangelio según San Lucas. 2,22-35.<br />
Cuando se cumplieron los días en que debían purificarse,<br />
llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarlo al Señor... Vivía<br />
entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón. Era un<br />
hombre justo y piadoso, y esperaba la consolación de Israel; y<br />
en él estaba el Espíritu Santo. El Espíritu Santo le había revelado<br />
que no vería la muerte antes de haber visto al Cristo del<br />
Señor... Cuando los padres introdujeron al niño Jesús, lo tomó<br />
en brazos y bendijo a Dios diciendo: "Ahora, Señor, puedes,<br />
según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz, porque<br />
han visto <strong>mi</strong>s ojos tu salvación..., la que has preparado como<br />
luz para ilu<strong>mi</strong>nar a las gentes"... Simeón dijo a María: "Éste<br />
está puesto para caída y salvación de muchos en Israel y como<br />
signo de contradicción, ¡y a ti <strong>mi</strong>sma una espada te atravesará<br />
el alma!", PALABRA DEL SEÑOR.<br />
En el amanecer de su vida, Jesús es ofrecido por sus padres a<br />
Dios, el cual lo acepta como una víctima en ciernes, hasta que un<br />
día en la cima del Calvario sea consumado el sacrificio vespertino<br />
de Cristo, que acabará con todos los sacrificios antiguos y por Él se<br />
realizará la salvación del mundo.<br />
Ahora se cumplen esas predicciones de los profetas. "Vendrá a<br />
su Templo el Do<strong>mi</strong>nador a quien ustedes buscan, el Ángel del testamento<br />
tan esperado por ustedes. ¡Mírenlo cómo viene!" (Malaquías<br />
3,1). "Canta himnos y alégrate, hija de Sión. Porque, <strong>mi</strong>ra, yo<br />
vengo y habitaré en medio de ti" (Zacarías 2,<strong>10</strong>)<br />
Así lo interpreta el anciano Simeón, que <strong>mi</strong>ra la muerte sereno,<br />
porque al fin ha visto a Cristo el Señor, ¡tan esperado!...<br />
Al <strong>mi</strong>smo tiempo que Jesús empieza a obedecer a Dios, María<br />
se presenta para su purificación ritual, de la que no tenía necesidad<br />
alguna. De este modo, el mundo libre y libertino ve con pasmo<br />
cómo Dios <strong>mi</strong>smo obedece y cómo la pureza se quiere hacer en<br />
María cada vez más limpia.<br />
La presentación de Jesús en el Templo nos recuerda nuestra primera<br />
presentación ante Dios por nuestro Bautismo. Dios nos aceptó<br />
como un sacrificio valioso, conforme a lo de San Pablo, porque<br />
el cristiano es una "víctima viviente, santa, agradable a Dios, para<br />
ofrecerle un culto espiritual" (Romanos 12,1)<br />
Esta unión con el sacrificio de Cristo, proclamado por Simeón<br />
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