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garcia, pedro - mi h.. - 10

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Y a nosotros que te hemos acompañado en esta Hora, Señor<br />

Jesucristo,<br />

— enséñanos a orar siempre más y mejor.<br />

Padre nuestro.<br />

Señor Sacramentado, que oras siempre como Sumo Sacerdote<br />

nuestro. Infímdenos el espíritu de oración. Danos ganas de orar.<br />

Sobre todo, ganas de orar en tu presencia y contigo. Así nuestra<br />

vida entera será, como la tuya, una adoración continua al Padre en<br />

el Espíritu Santo, y un orar como Tú y contigo por la salvación del<br />

mundo. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.<br />

Recuerdo y testimonio...<br />

1. El célebre Cardenal Mercier, ante la apatía con que oramos tan<br />

poco, sobre todo ante el Sagrario, excusándonos en nuestras muchas ocupaciones,<br />

dijo: "He llegado ya a viejo, y me he convencido de que es necesario<br />

trabajar y orar. Y orar, mucho más que trabajar".<br />

2. Pío XU, el Papa que en nuestros días asombró al mundo por su trabajo<br />

abrumador, era un reloj en su vida. No se acostaba hasta las dos de la<br />

noche, para levantarse después a las seis en punto. Pero a las once de la<br />

noche, sin fallar un día siquiera en su vida de Cardenal Secretario de<br />

Estado y de Papa, interrumpía el trabajo, se iba a su capilla privada, se hincaba<br />

en el reclinatorio, y para el Señor del Sagrario era la última hora entera<br />

del día que se acababa. A las doce regresaba al escritorio para reanudar<br />

el trabajo hasta las dos... Lo atestigua quien le acompañó durante cuarenta<br />

años.<br />

3. El Venerable Ollier expresaba esta oración ante el Santísimo con<br />

una comparación bella: "¿Por qué, Dios mío, habéis puesto sangre y no<br />

aceite en <strong>mi</strong>s venas? ¡Ah! Si en <strong>mi</strong>s venas yo tuviese aceite en vez de sangre,<br />

lo derramaría gota a gota en las lámparas que arden delante del<br />

Santísimo Sacramento".<br />

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20. JESÚS, EL CONSAGRADO<br />

Reflexión bíblica. Lectura, o guión para el que dirige<br />

Del libro del Levítico. 8,6-12.<br />

Moisés mandó que se acercaran Aarón y sus hijos y los lavó<br />

con agua. Le impuso a Aarón la túnica y se la ciñó con la faja;<br />

le vistió con el manto y le puso encima el efod. Luego le impuso<br />

el pectoral. Colocó la tiara sobre su cabeza y puso en su<br />

parte delantera la lá<strong>mi</strong>na de oro, la diadema santa, como Yahvé<br />

había mandado a Moisés. Y derramando óleo de la unción<br />

sobre la cabeza de Aarón, lo ungió y lo consagró, PALABRA DE<br />

DIOS.<br />

¿Qué es la consagración? ¿Qué es una cosa consagrada? ¿Quién<br />

es un consagrado?... La palabra "consagración" suscita respeto y<br />

temor santo. Indica que eso consagrado está lleno de Dios, o es para<br />

Dios, o manifiesta especialmente a Dios. Por eso da <strong>mi</strong>edo el sacrilegio,<br />

que es la profanación de una persona o una cosa consagrada.<br />

El primer consagrado es Jesucristo. Aquello de Moisés con<br />

Aarón, ungido sumo sacerdote, no fue más que una figura e imagen<br />

muy imperfectas de lo que iba a venir con Jesucristo, como lo dirá<br />

magistralmente ya el Nuevo Testamento: "Así es el sumo sacerdote<br />

que nos convenía: santo, inocente, inmaculado, apartado de los<br />

pecadores, encumbrado sobre los cielos... La Ley constituía sacerdotes<br />

a hombres débiles, pero, posterior a la Ley, nombra a uno que<br />

es Hijo, perfecto para la eternidad" (Hebreos 7,26-29)<br />

Lo reconoce el <strong>mi</strong>smo Jesús: "El Espíritu de Dios está sobre mí,<br />

porque me ha ungido" (Lucas 4,18). San Pablo dirá que en Cristo<br />

"habita corporalmente toda la plenitud de la divinidad" (Colosenses<br />

2,9). Y consciente Jesús de ser el gran consagrado, se entrega a la<br />

cruz en sacrificio por nosotros: "Por ellos me consagro yo, para que<br />

también ellos sean consagrados" (Juan 17,19)<br />

Esta consagración nuestra en Cristo, a impulso del Espíritu<br />

Santo, para gloria del Padre, se realiza radicalmente en el Bautismo<br />

y la Confirmación, que nos dan el Espíritu Santo y nos transforman<br />

en algo sagrado. "¿No saben que su cuerpo es templo del Espíritu<br />

Santo, que han recibido de Dios y mora en ustedes, y que ya no son<br />

suyos?" (1 Corintios 6,19). Los cristianos somos entonces "linaje<br />

escogido, sacerdocio real, nación consagrada, pueblo de su patrimonio"<br />

(1 Pedro 2,9)<br />

La consagración en la Iglesia deriva toda de Jesucristo. Solo<br />

Dios es quien consagra. Y consagró de una manera tan total a<br />

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