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garcia, pedro - mi h.. - 10

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Que el amor manifestado por ti al instituir este divino Sacramento<br />

se vea correspondido por nuestra gratitud y entrega;<br />

- y seas Tú, Señor Jesús, el centro en el que gravite nuestra vida<br />

entera.<br />

Porque Tú, Señor, vives en cada uno de nuestros hermanos, y te<br />

amamos a ti cuando los amamos a ellos;<br />

- haz que nos demos a ellos con la <strong>mi</strong>sma generosidad con que<br />

Tú te nos diste a todos en este Sacramento de tu amor.<br />

Padre nuestro.<br />

Señor Sacramentado, fragua y escuela del amor de un Dios que<br />

nos amó hasta el fin, hasta el exceso del amor. Al sentarnos en tu<br />

mesa, al acudir a tu Sagrario, abrásanos en los incendios de tu amor<br />

divino y haz que salgamos amando también intensamente a todos<br />

nuestros hermanos, igual que los amas Tú. Así sea.<br />

Recuerdo y testimonio...<br />

1. La Beata María Rafols llevaba en el Hospital una vida durísima, de<br />

trabajo intenso, de cansancio continuo. El Señor Sacramentado era su<br />

fuerza durante el día, y por la noche, cuando más necesitaba dor<strong>mi</strong>r, se<br />

pasaba largas horas en silencio profundo ante el Sagrario, donde la encontraban<br />

sus hermanas, que se estimulaban a hacer lo <strong>mi</strong>smo. Jesús y los hermanos<br />

necesitados constituían para ellas un <strong>mi</strong>smo y único amor.<br />

2. Igual que la santa Madre Teresa de Calcuta, la cual nos cuenta su<br />

historia.<br />

Teníamos Adoración ?nos dice - sólo una vez por semana. Pero en<br />

1973 hubo una petición unánime de las hermanas:<br />

- ¡Queremos tener Adoración todos los días!<br />

Les insistí:<br />

- ¿Cómo quieren que tengamos Adoración todos los días con tanto trabajo<br />

como nos agobia?<br />

El caso es que comenzamos con la Adoración diaria, y he comprobado,<br />

y lo digo con toda sinceridad, cómo desde entonces hay en nuestra<br />

comunidad un amor mucho más íntimo a Jesús, más comprensión entre<br />

todas, un amor con más compasión hacia los pobres, y hemos duplicado el<br />

número de las vocaciones.<br />

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3. EL JESÚS DEL ALTAR<br />

Reflexión bíblica. Lectura, o guión para el que dirige<br />

Del profeta Malaquías. 1,11.<br />

¡Ojalá alguien de ustedes cerrara las puertas para que no<br />

enciendan <strong>mi</strong> altar en vano! No me gustan nada, dice Yahvé de<br />

los Ejércitos, ni me agrada la oblación que traen. Desde levante<br />

hasta poniente, es grande <strong>mi</strong> Nombre entre las naciones, y<br />

en todo lugar ofrecerán a <strong>mi</strong> Nombre sacrificios de incienso y<br />

oblaciones puras, pues grande es <strong>mi</strong> Nombre entre las naciones".<br />

PALABRA DE DIOS.<br />

Dios estaba harto de los sacrificios rituales ofrecidos sin espíritu,<br />

y anuncia el sacrificio del Mesías que vendrá. Sacrificio que<br />

empieza al entrar en el mundo el Hijo de Dios y asu<strong>mi</strong>r un cuerpo<br />

mortal en el seno de María. Por eso exclama: "No has querido sacrificio<br />

ni oblación, pero me has formado un cuerpo. No te han<br />

agradado holocaustos y sacrificios por el pecado. Entonces dije:<br />

¡He aquí que vengo para hacer, oh Dios, tu voluntad!" (Hebreos<br />

<strong>10</strong>,5-7)<br />

Y cuando llegó la hora..., tomó el pan, dio gracias y se lo dio<br />

diciendo: "Esto es <strong>mi</strong> cuerpo, que se entrega por ustedes... Este<br />

cáliz es la nueva Alianza en <strong>mi</strong> sangre, que por ustedes es derramada"<br />

(Lucas 22,14-20)<br />

Jesucristo ofreció un solo sacrificio, y "de una vez para siempre"<br />

(Hebreos <strong>10</strong>,<strong>10</strong>). Pero se hace presente en el altar para aplicarnos<br />

todos los frutos de la Redención, y para que nosotros realicemos<br />

con El nuestro propio sacrificio: "Les reco<strong>mi</strong>endo que se ofrezcan<br />

como víctima viviente, santa, agradable a Dios" (Romanos 12,1),<br />

nos encarga San Pablo.<br />

El Jesús del Cielo es el <strong>mi</strong>smo que el de la Cena y el de la Cruz.<br />

Es, por lo tanto, el <strong>mi</strong>smo sacrificio el del altar que el del Calvario.<br />

Porque es el <strong>mi</strong>smo Sacerdote y la <strong>mi</strong>sma Víctima. Aunque entonces<br />

sufría todos los horrores de la crucifixión, y ahora es la Víctima<br />

que está glorificada en el Cielo, aceptada por el Padre y pre<strong>mi</strong>ada<br />

para siempre.<br />

¿Y para qué sigue Jesús ofreciéndose hoy? Para conseguirnos<br />

del Padre y aplicarnos las <strong>mi</strong>smas gracias que nos mereciera en la<br />

Cruz. Jesús, que está en el Cielo "siempre viviente para rogar por<br />

nosotros" (Hebreos 7,25), se pone en nuestras manos para que lo<br />

ofrezcamos al Padre, como sacrificio único de la Iglesia. Y el Padre,<br />

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