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I o T E e A - Biblioteca Nacional de Colombia

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Sen<strong>de</strong>ros<br />

mana mayor, una completa trasformación se<br />

está iniciando en ella. Ya no <strong>de</strong>sea el <strong>de</strong>scanso<br />

<strong>de</strong> la muerte, como antes, sino que anhela vivir,<br />

vivir mucho, para entregarse por completo a la<br />

penitencia y a la meditación; ya gusta <strong>de</strong> la<br />

soledad y <strong>de</strong>l silencio; ya encuentra que el<br />

mundo es una rosa llena <strong>de</strong> espinas y <strong>de</strong> gusanos.<br />

.. De buen grado se somete a los absurdos<br />

tratamientos <strong>de</strong> la curan<strong>de</strong>ra. Durante<br />

un mes entero resiste purgas diarias, sangrías<br />

continuas, masajes dolorosos, persuadida <strong>de</strong><br />

que con ello ha <strong>de</strong> mejorarse <strong>de</strong> sus dolencias.<br />

No suce<strong>de</strong> así, como era lógico, y, enferma <strong>de</strong><br />

suma gravedad, es <strong>de</strong>vuelta a Avila a marchas<br />

forzadas.<br />

y aquí me parece indispensable una sencilla<br />

aclaración. No he podido explicarme jamás<br />

]a ira <strong>de</strong> todos los biógrafos <strong>de</strong> Teresa contra<br />

la empírica <strong>de</strong> Becedas. Creo yo, por el contrario,<br />

<strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> las i<strong>de</strong>as que vengo exponiendo,<br />

que fue el recru<strong>de</strong>cimiento <strong>de</strong> la enfermedad<br />

una victoria <strong>de</strong> Dios en el combate que se<br />

venía librando, y que la pobre curan<strong>de</strong>ra, al<br />

agravar la dolencia, contribuyó a la talla <strong>de</strong><br />

un diamante imperial. La enfermedad, en efecto,<br />

es angustia y dolor y ansiedad, y la angustia,<br />

el dolor y la ansiedad levantan al hombre<br />

<strong>de</strong> la tierra para ponerlo en presencia <strong>de</strong> lo<br />

sobrenatural. En la boca <strong>de</strong> un abismo o en ]a<br />

soledad <strong>de</strong> un <strong>de</strong>sierto se ve mejor que entre<br />

las flores <strong>de</strong> un jardín la pequeñez <strong>de</strong> lo humano,<br />

y cuando el cuerpo pesa menos sobre<br />

el alma se ensancha ésta y se engran<strong>de</strong>ce. Por<br />

algo afirmó Pascal que la enfermedad <strong>de</strong>be<br />

ser el estado natural <strong>de</strong>l cristiano.<br />

Ya en A vila sigue Teresa agravándose por<br />

instantes. Los médicos llamados a visitarla no<br />

dan esperanza alguna <strong>de</strong> salvación. Sufre un<br />

síncope y, creyéndose que ha muerto, se la coloca<br />

en el ataúd y se le encien<strong>de</strong>n los cirios.<br />

Las monjas <strong>de</strong> la Encarnación reclaman el cadáver<br />

y arreglan todo lo concerniente al entierro.<br />

Pero don Alonso, más médico que los<br />

doctores, encuentra que todavía tiene pulso, y<br />

consigue reanimarla con fricciones. Mejora un<br />

poco la enferma y suplica <strong>de</strong> continuo, hasta<br />

conseguirlo, que se la vuelva a su Convento.<br />

Ocho meses permanece allí, en el lecho, paralizada,<br />

febril, convertida en un guiñapo humano,<br />

sin más consuelo que la oración y sin<br />

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©<strong>Biblioteca</strong> <strong>Nacional</strong> <strong>de</strong> <strong>Colombia</strong><br />

más alivio que su propia pena. Ha comprendido<br />

el placer <strong>de</strong>l dolor y está subiendo a pasos <strong>de</strong><br />

gigante la escala escabrosa <strong>de</strong> la perfección<br />

espiritual. En el alma <strong>de</strong> Teresa <strong>de</strong> Ahumada<br />

comienza a <strong>de</strong>linearse, tímidamente, Santa Teresa<br />

<strong>de</strong> Jesús.<br />

Pero no. Aquella terrible enfermedad amaina<br />

un poco, y el locutorio y la celda tornan a<br />

alegrarse con su divertida conversación, con su<br />

reír sonoro, con sus cuentos alegres. Las manos<br />

<strong>de</strong> la convaleciente se complacen en tejer<br />

finos encajes para adornar las vestes <strong>de</strong> amigas<br />

y parientas, que habrán <strong>de</strong> lucirlos en la<br />

tertulia bullanguera o en el baile risueño. Vuelve<br />

a gustar <strong>de</strong> los perfumes, y se vuelve a embelesar<br />

con las joyas y los trajes <strong>de</strong> quienes<br />

van a visitarla. Se interesa por las noticias <strong>de</strong><br />

fuera, por los matrimonios que se efectúan,<br />

por ]a crónica toda <strong>de</strong> la ciudad. Es, ante todo<br />

y por sobre todo, yeso lo que más encanta en<br />

ella, un alma adorable <strong>de</strong> mujer ...<br />

Algo, sin embargo, le aguarda en las sombras<br />

...<br />

'" '"<br />

Penetra a su celda, cierto día, a la hora doliente<br />

<strong>de</strong>l crepúsculo. A lo lejos la sierra <strong>de</strong><br />

A vila se tiñe <strong>de</strong> oro y púrpura, y las torres<br />

<strong>de</strong> la ciudad se bruñen y se perfilan como tocadas<br />

por un esfumino taumaturgo. Palpita en<br />

la atmósfera algo sutil y misterioso que convida<br />

al recogimiento y al ensueño. Es la hora<br />

divina en que las almas se escon<strong>de</strong>n en sí mismas,<br />

en que se oye la voz <strong>de</strong>l silencio y en<br />

que parece corporizarse lo incorpóreo.<br />

En el interior <strong>de</strong> la celda tropieza su vista,<br />

<strong>de</strong> súbito, con una imagen colocada allí casualmente<br />

por alguna <strong>de</strong> sus compañeras. Es una<br />

imagen <strong>de</strong>l Ecce-Homo, uno <strong>de</strong> aquellos Cristos<br />

sangrientos y <strong>de</strong>snudos que todavía en<br />

las procesiones <strong>de</strong> Semana Santa, especialmente<br />

en Sevilla, aparecen en los pasos conducidos<br />

por encapuchados nazarenos, en la lenta peregrinación<br />

que las bandas guian con marchas<br />

fúnebres, y en las que hombres y mujeres llevan<br />

vestidos negros, las cabezas bajas, silencio<br />

en los labios. Cubiertas <strong>de</strong> llagas, inefables<br />

los ojos, colgantes los cabellos, adolorido el<br />

semblante, enflaquecidos los miembros, esas<br />

imágenes policromadas, realistas como la misma<br />

España y casi brutales en ocasiones, He-

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