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I o T E e A - Biblioteca Nacional de Colombia

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menina <strong>de</strong> las mujeres. Hagamos mujer a Ignacio<br />

<strong>de</strong> Loyola y nos hallaremos <strong>de</strong>lante dé<br />

Teresa <strong>de</strong> Jesús; volvamos hombre a 'l'eresa-la<br />

hermana <strong>de</strong> seis conquistadores- y nos veremos<br />

en presencia <strong>de</strong> Ignacio <strong>de</strong> Loyola ...<br />

Confortada por aquellos tres hombres, se entrega<br />

Teresa, ya <strong>de</strong> lleno, a la oración y a la<br />

meditación. Las visiones, que habían sido muchas,<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la ya citada, y no obstante<br />

que ella procuraba rechazarlas con fuerza, se<br />

hacen ahora casi continuas, más largas, más<br />

perfectas. De la visión exterior, o sea <strong>de</strong> la<br />

que es percibida por la vista, pasa rápidamente<br />

a la imaginativa, que busca albergue en la<br />

imaginación, para sumergirse luégo, casi por<br />

todo el resto <strong>de</strong> su vida, en una visión intelectual<br />

que ni el sueño logra interrumpir y que<br />

le proporciona un conocimiento intuitivo y sobrenatural<br />

<strong>de</strong> cosas espirituales y corporales,<br />

con abstracción absoluta <strong>de</strong> toda clase <strong>de</strong> especies<br />

sensibles. Ha comenzado la época <strong>de</strong> los<br />

gran<strong>de</strong>s favores.<br />

y aquí precisa llamar la atención hacia una<br />

característica esencial <strong>de</strong> las visiones teresianas.<br />

Nadie que las haya tenido más numerosas,<br />

y nadie también que las haya tenido más<br />

humanas y tiernas: ya es Cristo, que la toma<br />

<strong>de</strong> las manos y se las acaricia suavemente; ya<br />

es el mismo Cristo, que la excita a tocarle las<br />

Llagas y a hundir sus <strong>de</strong>dos entre la abierta<br />

<strong>de</strong>l Costado; ya es María Dolorosa, que coloca<br />

el Cuerpo <strong>de</strong>spedazado <strong>de</strong> su Hijo en los brazos<br />

temblantes <strong>de</strong> la monja; ya es un reclinar<br />

la cabeza sobre el propio Corazón <strong>de</strong> Quien<br />

la induce a ello con empeño amoroso; ya es<br />

un sentirse bañada íntegramente, como con tibio<br />

vino, en la Sangre preciosa <strong>de</strong> Jesús; ya es,<br />

en fin, el Angel hermosísimo que le atraviesa<br />

el corazón con una flecha en cuya punta ar<strong>de</strong><br />

una llama <strong>de</strong> amor que, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces, le incendia<br />

completamente toda el alma. Son visiones,<br />

]0 repito, <strong>de</strong> un atrevimiento que espanta.<br />

Y leedlas, hasta con sus menores <strong>de</strong>talles,<br />

relatadas por la propia Teresa: la luz se<br />

hace entonces más luz, la pureza se vuelve más<br />

pura, y hasta la misma castidad como que se<br />

torna más casta. Todo en ellas, en efecto, excluye<br />

totalmente aun la menor huella <strong>de</strong> sensualidad<br />

y <strong>de</strong> humana <strong>de</strong>lectación: quiere a<br />

veces conocer el color <strong>de</strong> los ojos <strong>de</strong> Cristo,<br />

©<strong>Biblioteca</strong> <strong>Nacional</strong> <strong>de</strong> <strong>Colombia</strong><br />

S en<strong>de</strong>ro s<br />

-<br />

porque es mujer y como tal curiosa, y la visión<br />

se <strong>de</strong>svanece en el instante sin <strong>de</strong>járselos conocer;<br />

ve carne, pero aquella carne se le presenta<br />

-según su propia expresión- glorificada,<br />

o, 10 que es lo mismo, hecha i<strong>de</strong>alidad y<br />

hecha éter. Hasta en asuntos como éste resplan<strong>de</strong>ce<br />

la Divinidad <strong>de</strong> Jesucristo.<br />

* *<br />

Pero si los éxtasis <strong>de</strong> Teresa y el milagro <strong>de</strong>l<br />

incendio <strong>de</strong> su corazón, o trasverberación (todavía<br />

comprobable por nuestros ojos pues intacta<br />

se conserva aquella entraña) han dado<br />

origen a estudios profundísimos y a obras dignas<br />

<strong>de</strong>l mayor estudio, hay un milagro teresiano<br />

en el que me parece que no se ha profundizado<br />

aún lo suficiente: ese milagro es la escritora.<br />

Muchas historias <strong>de</strong> la literatura, muchos<br />

estudios críticos he tenido ocasión <strong>de</strong> analizar,<br />

en este punto. No hay historiador ni crítico<br />

que <strong>de</strong>je <strong>de</strong> asignar a Teresa uno <strong>de</strong> los primeros<br />

puestos en la historia <strong>de</strong> la prosa castellana;<br />

pero ninguno, que yo sepa, que la naya<br />

colocado en el lugar que en realidad le correspon<strong>de</strong>:<br />

el que tiene Bocaccio en la italiana, el<br />

que correspon<strong>de</strong> a Platón en la griega. Y valE:<br />

la pena plantear siquiera la cuestión, ya que<br />

el tiempo no me alcanza para llegar, en este<br />

y en otros puntos, al rondo mismo <strong>de</strong>l asunto.<br />

Recor<strong>de</strong>mos un hecho, ante todo: las obras<br />

teresianas son anteriores, en muchos años, a<br />

' las <strong>de</strong> Cervantes, Fray Juan <strong>de</strong> los Angeles,<br />

Mariana, Quevedo, Riva<strong>de</strong>neira y <strong>de</strong>más gran<strong>de</strong>s<br />

maestros <strong>de</strong> la prosa castellana. Cuando<br />

Teresa, pues, cumpliendo las ór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong> sus<br />

confesores y los <strong>de</strong>seos <strong>de</strong> sus monjas, inicia<br />

la redacción <strong>de</strong> los doce volúmenes que <strong>de</strong> ella<br />

nos quedan, la lengua castellana es todavía el<br />

lenguaje áspero y austero <strong>de</strong> los soldados y <strong>de</strong><br />

los juglares, o el latinizado y retórico <strong>de</strong> los<br />

frailes y <strong>de</strong> algunos escasos eruditos. Dos únicos<br />

mo<strong>de</strong>los se ofrecen a su imitación: la "Celestina",<br />

<strong>de</strong> una parte, obra que sin duda no<br />

leyó y cuyo estilo difuso y ergotista es absolutamente<br />

contrario a su carácter, y la prosa<br />

ciceroniana y rotunda <strong>de</strong> Fray Luis <strong>de</strong> Granada,<br />

contraria también a su temperamento, el<br />

que buscaba más la sencillez que la abundancia<br />

y menos el ritmo que la claridad.<br />

Teresa, entonces, se a<strong>de</strong>lanta a la estética li-<br />

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