I o T E e A - Biblioteca Nacional de Colombia

Senderos
ma, hallamos en él un nuevo motivo para admirarlo
y comprenderlo.
Al ausentarse Chocano de Colombia llevó
gratos recuerdos de nuestra patria, compuso
un interesante poema sobre la fundación de
Bogotá, y escribió el "Canto al Magdalena", bella
colección de sonetos dedicados a nuestros
intelectuales.
Después de una vida salpicada de novelescas
aventuras de todo género, se estableció en
Chile, y cuando el asalto a Leticia, él, que como
diplomático conocía a fondo las cuestiones limítrofes
del Perú, quiso evitar a su patria el
sonrojo de sostener títulos' discutibles o viciados,
y escribió una serie de interesantes artículos,
que luégo fueron recogidos en un libro, y
en los cuales, con documentos a la vista, expuso
de manera clara, precisa y terminante los
indiscutibles derechos de Colombia a la frontera
amazónica. Este sólo hecho provoca una
fervorosa simpatía por el gran bardo desaparecido.
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Duele pensar que un hombre como Chocano,
fogoso enamorado, de espíritu aventurero,
vida resonante y llena de complicaciones, de
fama universal y de notoriedad única, tuviera
un fin tan prosaico, tan inesperado y execrable.
A Chocano 10 imaginamos ver morir en duelo
por una mujer hermosa; en un motín, acaudillando
descontentos de la vida ; volcado de
una sonora tribuna o en lo alto de una barricada
con una pistola en la mano y una estrofa
en los labios; pero jamás en la banca de un
tranvía, con los pulmones trozados a navajazos
...
El hubiera sido capaz de esperar a la Muerte
vestido de frac, como si aguardara a una
gran dama en una cita amorosa.
Que sobre su sepulcro recién cerrado coloque
cada uno de los admiradores de su poesía
una flor, y la pirámide llegará hasta el cielo.
Bogotá, diciembre de 1934.
EL SALTO DE TEQUENDAMA
La quietud del lago,
la emoción del río
y la indiferencia de las altas nieves
ponen viejas notas en los nuevos himnos:
no la catarata, brindis fabuloso,
brindis nunca oído,
brindis resonante de un millón de copas
que las cumbres vuelcan sobre los abismos.
Es la nota única, es la nota nueva
que los primitivos
no copiaron nunca, ... no copiaron nunca ...
dentro de la clásica onomatopeya de sus cantos líricos.
Una vez, en medio de una selva virgen,
intenté en mis versos traducir los ritmos
de un canto salvaje
(de un canto salvaje que me ha perseguido
obstinadamente
días y semanas y mases y siglos) ;
y cuando afanoso
imité los ríos
y fingí el jolgorio de las hojarascas
y ensayé gorjeos y aprendí rugidos,
hallé todo inútil,
porque tales ritmos
eran diferentes... eran diferentes ...
de los que yo oía dentro de mi mismo.
©Biblioteca Nacional de Colombia
JORGE BAYONA POSADA