15 LA SUCESIÓN A LOS BIENES DE JUAN ANTONIO LLORENTE ...
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<strong>LLORENTE</strong> FRENTE A SÍ MISMO<br />
de París, fueron asaltados, entre otros, los archivos del notariado y se<br />
quemaron una multitud de protocolos, algunos de los cuales se libraron<br />
apenas de las llamas y dejaron maltrecha huella de sí; suficiente, sin embargo,<br />
como para permitir su reconstitución siquiera parcial. Para ello<br />
se creó una oficina –«Reconstitution des Actes de l’ État Civil»– que<br />
trabajó intensamente. Otros se perdieron. Parecía, pues, que se trataba<br />
de «buscar una aguja en un pajar». Pero la verdad es que audaces fortuna<br />
iuvat. La audacia y el Cielo: ¿por qué no decirlo?<br />
Lo que allí encontré fue harto satisfactorio: dos chemises de documentos,<br />
cosidos con liza como es la costumbre notarial, que contienen<br />
la Succession de M. Llorente, París, 47 rue du Faubourg de St. Honoré.<br />
Don Juan Antonio falleció sin hacer testamento. Ni en España –parece<br />
claro– ni tampoco en París. Su salida de Francia, urgido por la policía,<br />
le impidió levantar su casa, transportar sus libros, recoger sus muebles<br />
o venderlos. Llevó consigo lo más urgente que cupo en la maleta, lo<br />
necesario para el viaje: solamente dos bultos 36 . Dejó en París los baúles y<br />
otros efectos que su sobrino se encargaría de hacerle llegar a través de la<br />
administración de mensajerías. En el Montant de paiements faits par M.<br />
Ruidíaz constan los gastos hechos por Llorente en las últimas horas de su<br />
estancia en París. Se lee en asientos del 14 de diciembre de 1822: un saco<br />
de viaje, un portafolios de marroquin, algunos pequeños objetos, cuatro<br />
pares de medias negras de algodón y otros dos pares de medias negras<br />
de seda, una casquette –gorra de visera– para protegerse de la crudeza de<br />
aquel invierno duro, los adelantos de dos billetes de diligencia –para sí<br />
mismo y para su secretario–. También pagó Ruidíaz unos días después<br />
un toupet –media peluca para la parte superior de la cabeza– que costó 20<br />
francos. Llorente era muy mirado con su atuendo: todavía el 31 de enero<br />
se pagarán 222 francos al sastre por diversos trabajos adeudados. Quedaba<br />
en París, al cuidado general de sus pertenencias e intereses, su sobrino<br />
segundo, Alejandro Fernández Ruidíaz. Don Juan Antonio parece haber<br />
tenido siempre particular confianza en este pariente suyo. En 1813, al<br />
tiempo de la salida hacia el exilio de todos los miembros y colaboradores<br />
del gobierno intruso, Alejandro, se encargó de publicar la carta biográfica<br />
que Llorente había compuesto para garantizar su propia imagen.<br />
La noticia del fallecimiento llegó a París con la rapidez posible en<br />
la época. El 13 de febrero vemos ya que Ruidíaz paga 40 francos por<br />
36. «il a emporté avec lui deux valises, e il a laissé, à Paris, ses malles et autres effets ...»,<br />
avisaba la policía que conoció todos sus movimientos hasta que salió por la frontera de<br />
Hendaya. Cfr. G. DUFOUR, 337, n. 44.<br />
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